miércoles, febrero 27, 2013

Camilo encuentra un gran trabajo

Aquella mañana Camilo decidió, al despertar, no volver más a trabajar.
Se quedó mirando un buen rato al techo de la habitación, a la lámpara, a la diminuta grieta, a la perfectamente perfilada sombra de la viga y a su dibujo casi incompensible como siempre y decidió no volver más a trabajar.
No era un no al trabajo, un no a la oficina, un no a cualquier lugar concreto, exacto, cotidiano, un no a su trabajo diario, sino a trabajar, o lo que le supusiera un desempeño remunerado a final de mes, semana o de un día para otro, con o sin presentación de factura a pagar en uno, tres, seis meses o un año vista.
Camilo despertó y contempló largamente el techo desnudo de su habitación, la diminuta telaraña que parecía palpitar en su movimiento, la luz cómo iba amaneciéndose, el ruido de la calle cada vez más creciente, el continuo y desgraciado hilo sonoro de su nevera, el taconeo de la vecina del piso superior, las viejas cañerías, el chillido acostumbrado del crío camino al colegio, el fragor al despertar de la calle, y decidió no volver más a trabajar.
Se levantó de la cama, apagó el móvil, el teléfono inalámbrico, no encendió el ordenador, se volvió a la cama y decidió no volver a trabajar.
Y empezó a pensar en cómo podría seguir adelante sin volver a trabajar... y esto, por supuesto que sí, le supuso un gran trabajo.

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