Le agradezco la atención prestada. Le agradezco su
disponibilidad en estos tiempos rápidos, fugaces y muy, muy reales, tal vez
excesivamente reales aunque bien pudiera definirse como tiempos para el
atragantamiento informativo, quién sabe cómo se resolverá todo este bombardeo
constante de información que nos traen las redes, etcétera.
Cualquiera sabe lo que está ocurriendo a pocos metros de
usted, estimado lector o estimada lectora. Nada bueno, seguramente nada bueno. Seguramente
si asomara su nariz por encima de su hombro demostraría al mundo y a mí, desde
su propia y justa experiencia, que estamos realmente en caída libre y que esto
no tiene remedio o por lo menos que no se encuentra en sus manos. En fin, quién
sabe. A lo mejor simplemente está esperando su oportunidad y ahora mismo se
estaba tomando un merecido descanso, curioseando aquí y allá, bebiendo un café,
un té o un agua, desocupado, y ha encontrado este texto en este poderoso océano
enloquecido que surgió tan sólo hace unos años y que es incontrolable por mucho
que quieran o que, por el contrario, está absolutamente controlado y resuelto y
usted lector o lectora lo ignora por completo. ¿Se percata usted del engaño? Bueno,
no es exactamente donde quería ir a parar pero de alguna manera es lo que le
pasa por la cabeza. ¿No?, no, claro que no, usted no es uno de esos tipos que
bla, bla, bla, o sí que lo es, entonces creo que nos vamos comprendiendo aunque
si no es uno de esos tipos pues podremos llegar a comprendernos y si lo es pues
también ¿verdad?, ¡vaya!, creo que me estoy liando pero, sí, en definitiva, no
hay nada mejor que la comunicación entre dos personas ávidas de participar en
una historia, de involucrarse en una buena historia, ¡por supuesto!, aunque con
este introito creo que me estoy alargando, disculpe.
Pues bien, decía, y retomo este discurso un
tanto disparatado o, ¡no!, ¿confuso?, piensa usted que es confuso, a mí,
sinceramente, amigo o amiga, sinceramente, si puedo tratarle de esta manera, no
me lo ha parecido, es más, vamos, creo que debería ser más respetuoso a la hora
de, ¿de qué?, de dirigirse a mí por supuesto, soy una persona con cientos,
miles de lecturas, si pudiera arrancar todas las páginas que han recorrido
estos ojos un tanto miopes pero agradecidos, muy agradecidos, vería usted que
el pasillo llegaba hasta el sol, que digo el sol, hasta el sol y más allá
porque, un consejo, querido escritor de este blog que se llama, se llama, un
momento, Noctívagos Revista, ¿podría
ser un poco más conciso?, un poco menos vendedor de enciclopedias a la hora de
escribir, ¿entiende lo que le quiero decir?, desde luego que sí, juraría que sí,
ya se lo digo yo, más conciso porque el principio, el principio no deja de ser
gracioso pero se ha metido en un jardín sin flores, vamos que menudo tocho para
no decir nada, ¿se trata de un ejercicio de estilo?, pues a mí me gusta que me
cuenten una historia y por lo que voy leyendo hasta ahora esto se queda en agua
de borrajas, en una paja de grafómano, sí, me ha entendido bien, en una paja…
¡y deje de fumar que su salud se lo agradecerá!, ¡óigame!, aún no he terminado,
¡suélteme!, ¡le digo que me suelte!, no, ¡no!, usted no se va de aquí, usted me
ha metido en esto y ahora quiero una buena historia. Nada más.
1 comentario:
Escribir una historia sin historia. Es sin duda una buena historia. ;-)
Publicar un comentario