El viernes día 19, al término del
recital organizado por Gsús, encontré en la librería La esquina del zorro, en una de las pilas de los libros de segunda
mano, el libro El Sur, de Adelaida
García Morales, autora a la que no había leído aún y a la que tenía muchas
ganas, pues siempre la relaciono de forma instantánea, y es obvio hacerlo así, con
la película del mismo título. De hecho, cuando lo vi apilado entre otros muchos
saldos —pues bien es cierto que les han vendido a los currantes de la librería,
si mal no estoy informado, un par de bibliotecas últimamente— dije: "Por
fin. ¡Aquí estás!", o algo parecido, sabía, no sé por qué, que este libro
era y es muy especial. Así que, al cabo de un par de días, en un parque,
mientras esperaba a un amigo, lo terminé de leer y a su término, fluyeron las
reflexiones. En primer lugar, me conmovió su manera de narrar, una voz sin
artificio, que crea con sencillez un mundo en el que poco a poco te introduce,
como si una persona estuviera narrando, o más exactamente, te estuviera
susurrando con absoluta tranquilidad una historia en la que no se sabe por qué
razón te has involucrado y que te seduce porque se mantiene en un espacio de
discreción muy entrañable pero con un precioso trasluz de tristeza. La soledad
y la niñez, junto con el dolor producido por la pérdida del padre y el
surgimiento del amargo recuerdo, los espacios y atmósferas reveladas, la
pérdida irreparable de una infancia que se va insinuando de una manera tenue, despliega
una sensibilidad que cala la imaginación de quien lo lee…, sí, todo ello lleva
a cabo lo que se puede denominar como la magia de la literatura. Magia con la
que Adelaida García Morales es capaz de atraer completamente la atención de
cualquier lector que quisiera sumergirse en dicho mundo... y eso, os lo puedo
asegurar, con muy pocos libros ocurre a lo largo de una vida.
Para terminar, y en segundo orden, también me llamó la
atención la cita de Hölderlin, como frontispicio y saludo al lector... pero
lo que me intrigó fue cuando descubrí el final que nunca se vio en la
película y que en el libro es. Un final en Sevilla, en el sur, un final al que
se opuso radicalmente Querejeta y con el que Erice contaba. De hecho, de aquí
surgió la separación entre ambos genios. Pues bien, luego de terminarlo me quedé pensando también si hubiera sido mejor incluir el final del director y respetar principio y fin de la novela, por lo que intenté recrear en mi cabeza ambos, pero vino la
noche y tuve que salir casi corriendo porque no llegaba a mi cita.
(Un enlace a un recorte de periódico que habla de su paso por la Feria del Libro de 1985 (AQUÍ)