viernes, noviembre 27, 2015

Voces

Saber que aquel que baja calle abajo soy yo
y que éste que le observa acodado en la baranda
de un cuarto piso de la terraza soy un yo.
Al pasar por la última casa
en un balcón abierto
surge lo que parece la voz de una anciana
que repite una y otra vez, una y otra vez
que ella ha luchado y lucha
casi sollozando,
y otra voz calmada y de hombre la exaspera.
Ése yo sólo acierta a ver el techo
donde se levanta la pintura,
una lámpara dorada de techo
muy anticuada y en el que apenas
funciona un foco que proporciona
una luz espectral.
Ése que veo allí casi al doblar la última esquina
soy un yo que recuerda,
y que se reúne con la tranquilidad engañosa
que proporcionan ciertos recuerdos
y que piensa deshacerse de todo
cambiar de lugar, de ciudad y de país
para que cada día no le abrase la nostalgia
con la sola y única fortuna de recordar vívamente,
marcharse de aquí, buscar los tesoros limpios de lo nuevo
aunque siempre haya una mujer que solloce
quejándose de lo mucho que ha luchado y que lucha
con solo una voz que no entiende lo que dice,
que sea la voz de la soledad que impacable
se haya echado sobre ella misma
y le conteste con voz baja pero grave
que nunca es suficiente,
que a nadie le importa...

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