Bueno, pero yo venía aquí a hablar de mi poema...
Contra el Reino de España
Vivo en un diminuto rascacielos
junto a una gran catedral
que ha decidido enterrarse
ante el acoso de la Bestia.
Lenta pero misericordiosamente
se hunde en la tierra,
hasta que solo queda de ella
ungulares rocas
de más de ocho siglos
de estulta genética.
En su luz resulta un pétreo montón de trigo.
Rosetones, vidrieras y pináculos,
cálices, cruces y maderos,
mármoles, verjas y tumbas
yacen desnudas en un solo nicho
mientras el rascacielos rasga
en una sola herida a la sangrante brisa.
Un viejo,
con la cabeza de un niño entre los brazos,
me dice, sonriendo: “¡Es el progreso!”.
En la calle, ya no quedan pájaros.
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