Hacía
muchas más cosas, y mucho mejores, ahora cuando estoy muerto que cuando estaba
vivo.
Cuando
estoy muerto les susurro a los animales y me corresponden. También hablo con
las personas que como yo, aún están muertas, y en ocasiones les dicto algún que
otro verso, una melodía, la posible solución a sus problemas; les motivo para
elegir el buen camino, a esto creo que lo llaman intuición. Me inmiscuyo en sus
asuntos. Sí, lo reconozco. Soy un metomentodo, un auténtico impertinente pero
siempre con buenas intenciones.
Existen
otros que solo hacen el mal, que son unos auténticos hijosdeputa (pero no lo
eran porque no se tiene madre, aún no, no por entonces), culpables de ciertas
actitudes y desgracias que evito mencionar. Ellos se defienden, en cambio, con
el típico argumento de que alguien tiene que hacer el mal para que todo marche
bien. La
balanza se desequilibra, el caos llega y todo se convierte en una aburrida e
indigesta comedia con edulcoradas imágenes llenas de gatitos mimosos. Luego el
único placer que encuentra el ser humano es en exterminarse a sí mismo. No hay
nada peor que la molicie, el no saber qué hacer con tanto bueno, que todo vaya
perfecto. Alguien tiene que joder la marrana para que haya otro “alguien” que
lo arregle… lo que más nos gustan son los parches, hay personas que ponen unos
parches estupendos que duran incluso más que una vida humana en la Tierra –dicen.
No
me lo puedo creer –pienso. Cuánto de ironía, qué sarcasmo a prueba de bombas.
Qué miserables –concluyo.
Pero
ellos siguen con su media sonrisa en la boca, como asegurando que pronto lo
entenderé, o tal vez nunca. Demuestran así una superioridad intelectual que me
asquea.
* * *
Fue
entonces cuando hartos ya de mis impertinencias me obligaron a nacer de nuevo. Pues
se nace, sí se nace, pero no se guarda la conciencia en ningún lugar. (Un
borrado perfecto, joder, ni siquiera el mejor hacker del mundo podría hacerlo
mejor, aunque no sé si es trabajo para un hacker o un informático, o para un
perrillo que se mea, literalmente, en tu disco duro). No es cuestión de
que cualquiera de nosotros cuente con ventaja. Salvo mi caso, por eso les
cuento lo que les estoy contando. Soy un privilegiado transvida, pero no sé por
qué y eso me extraña… Volviendo a lo anterior, podría tratarse de una cuestión
de soplo vital, de alma, y a eso se le llama “conciencia”. Los budistas lo
supieron ver bien pero aquí, y mira que lo siento, no hay ni nirvana ni avernos.
Los errores y las maldades se pagan en el transcurso de la vida. Nada más que
eso… y si me pregunta que qué tal, pues sí, nací bien, creo que no causé ningún
problema y poco a poco me puse manos a la obra. Desde entonces todo ha sido
mucho más exigente, mucho más cansado y por supuesto mis limitaciones han crecido.
No me siento tan lúcido, tan rápido, tan osado, ni con tanto acierto como
antes. Mucho perdí al nacer, pero no me puedo quejar. De vez en cuando me
vienen ciertas sensaciones que me hacen trascender y que me recuerdan aquellos
tiempos en los que era un muerto... que es como lo llaman aquí, denominación muy
infantil si me lo permiten, qué quieren que les diga.
(PD. Mañana traeré aquí un fantástico poema dedicado a uno de los jinetes que hizo las delicias del equipo español en la Olimpiadas de no sé cuándo. "Por qué", se preguntarán, pues no lo sé. Punto.)
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