jueves, marzo 22, 2018

Camilo (XXXI)

Camilo fue a la biblioteca y entregó un libro de su amigo y entregó otro al bibliotecario para préstamo. Fue entonces cuando el bibliotecario se sorprendió.
-No puedes sacar este libro... no te deja. ¿Tienes otro...? (Y dijo el título de un préstamo anterior, de hace más de una semana que Camilo había entregado ya junto a otros préstamos, un paquete variado y abultado).
Camilo preguntó que...
-Es (tal y cual). No aparece. No te deja sacar esto.
-La entregué ayer.
-Si la hubieras entregado ayer... bla, bla, bla.
Los ordenadores de la sala de consultas aparecían apagados. Un error técnico los había hecho desaparecer.
Camilo tenía prisa. Su colega le esperaba fuera, en el coche. Iban listos de tiempo.
Camilo salió de la biblioteca sin decir nada a cambio. Camilo pensó y en su mente apareció aquella película rodada en Lavapiés, hace ya muchos años cuando aún no existían los narcopisos, ni las cundas, ni los negros, ni los estudiantes, ni los policías pidiendo documentación a diestro y siniestro a los migrantes, ni los borrachos pegando alaridos antes de que amaneciera, ni la basura desparramada por las calles, ni las aceras, ni los centros clandestinos dedicados a los espectáculos grotescos, ni los adolescentes que te atracaban haciéndote "la presa", ni las malditas obras, ni los poetas de setenta años a los que les rompían las gafas a las cinco de la mañana, ni mujeres vomitando, ni...

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