miércoles, agosto 29, 2018

Lecturas

Lo maravilloso de que no te lea nadie el blog (no es por dar pena, sino más bien asco) es que puedes programar tu propio suicidio y nadie se enteraría. La anonimia absoluta es lo que trae.
También puedes decir que el libro de Alberto Olmos, llamado Pose, publicada en la súpermegaguay editorial de La Uña Rota (la cual tiene la biografía de Beckett que tengo en casa y que ha publicado también a Angélica Liddell), es eso: "pose". Creo que lo he pillado, creo que he cogido el mordaz sarcasmo que encierra. Es decir, cuando leía las páginas de este libro me venía a la cabeza la palabra INANE, banalidades una detrás de otra. La primera parte es desesperante. Lo que destaco es cómo un extranjero, en este caso creo que japonesa, aprende nuestro idioma. Luego es un continuo hilo que pretende ser irónico-gracioso y tal. La segunda parte, vale, bueno, vamos a hablar de la literatura y de los literatos. No hay nada más aburrido, más tostón que hablar de un escritor, y aún más, de un conjunto de escritores. ¡Dios! (esto lo hago para parecer un señor mayor, barrigón y coñazo, algo así como uno de esos que visitan la Cuesta de Moyano) y encima aparecen los popes de este país de una literatura que ya la han abducido, y bien, las grandes corporaciones. Supongo que repetimos aquellos años en los que Baroja era un gran desconocido, un anarquista (uy, mami, ¡qué miedo!) y se comía las manos mientras triunfaban algunos de los que no tenemos ni recuerdo... lean Memorias de un literato y entiendan de qué manera se hace un país dirigido al más estrepitoso de los fracasos. De verdad, y el asturiano el típico español, joder, el tópico. Vale ya. Que sí, que muy gracioso pero más solo que la una en realidad. Pero bueno, luego le di más vueltas a esto y pensé: tampoco equivoca su público. Va al jovencito confuso, que diría Ignatius, para hacerle ver la mierda en la que se mueve. Y la mierda que va a conocer, si quiere conocerla. En cuanto a mí, no me ha aportado casi nada esta novela pero intuyo que va a un público que quieras que no, puede leerla con interés por su desconocimiento o por su intención de saber qué es lo que se cuece, más o menos, en estos saraos absurdos en los que se mueve la literatura mainstream, o la literatura esa posmoderna-mercantilista mierder.
Y aquí voy a decir la pedantería: prefiero mil veces a D. Foster Wallace en su Hablemos de langostas y su relato de la "cumbre" del porno en su, si no recuerdo mal, primer relato de este libro.
Qué se le va a hacer.

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