martes, septiembre 25, 2018

Una historia más de la ciencia ficción

Acabo de terminar una breve novela de ciencia ficción en la que se cuenta el descubrimiento, por parte de un ser humano futuro, de una nueva y poco conocida inteligencia, y que se describe como muy superior a la humana: la inteligencia vegetal.
En un mundo muy alejado a este (mucho más que el de las trastierras o exoplanetas descubiertos donde podría ser posible la vida humana) existe una red increíblemente profusa de plantas. La mayoría se compone de gigantescas plantas de varios kilómetros de altura que son capaces de comunicarse en una red "hifa" con el resto de las mismas (lo que ya ha descubierto el ser humano, el de aquí y el de ahora, quiero decir, pues ahora no es extraña la teoría de que las grandes plantas se comunican y apoyan por una red que les permite sobrevivir y abastecerse de nutrientes en el caso de que las cosas vayan mal).
La red "hifa" podría entenderse como una red internet entre los propios individuos vegetales, procurándoles, como ya he dicho, un apoyo sustancial y necesario llegado el caso (no como ocurre en este nuestro mundo, por eso la he descrito desde el principio como una "inteligencia" ((por lo general, se piensa que la inteligencia se basa sobre todo en un lenguaje oral y escrito que entraña una serie de signos en función de una simbología acordada pero arbitraria, además de la autoconciencia para desarrollar elementos o lenguajes que signifiquen y desentrañen el mundo o la realidad y sus fenómenos)). Dicha red "hifa" es capaz a su vez de organizar el mundo interior, es decir, lo que podríamos llamar de manera vasta el interior del propio planeta (no como ocurre en este, en el "nuestro" donde solo nos dedicamos a explotarlo, a horadarlo para abastecernos de la materia prima como si fuéramos un virus) y, además, como se deduce en la propia novela, de modificar y determinar la psiquis de cualquier elemento que venga del espacio exterior (léase: ser humano que viene a ver si puede sacar algo por la puta cara) formateando su actitud para servirse de él, no sin antes procurándole unas actividades que le hacen alcanzar la plena existencia. Por ejemplo, el sencillo acto de volar utilizando el poder de su mente, la telepatía o la facultad para atravesar el espacio tiempo. Todo ello nos podría recordar la genuina capacidad de los indígenas de este mismo planeta cuando utilizan determinados vegetales y hongos para llevar su conciencia a lo inexplorado.

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