miércoles, julio 16, 2008

Camilo sale de casa

Salgo de casa y me encuentro con la Estación Espacial Internacional hecha un amasijo de hierros; recuerdo entonces al modisto apocalíptico. Tuvo su razón, pero años más tarde. Lástima.
Por la calle suena Morning Yearning de Ben Harper.
El sol arroja aguijados rayos de luz pero me contengo. Está muy cabreado. No quiero entrar al trapo o ponerme un sombrero, le dejaré que haga de las suyas. No tengo otra cabeza pero hoy me siento muy generoso. No deseo ninguna ofensa para con el único dios que he conocido, amén de Tom Waits.
He seguido caminando y como un Timothy Leary he sentido que lo que me rodeaba iba combándose, por arriba y por abajo, como si se estuviera aplastando un globo contra la pared, y en el interior del globo me encontrase yo. En el camino, he encontrado un sonido espectral en una lata de conservas. En la etiqueta aparecía: “Sonido del espacio exterior rescatado de la sonda Cassini: tres minutos de grabación que corresponden a 27 minutos reales”. La he abierto y allí había una bobina de apenas 20 centímetros de diámetro, con un viejo y amarillento papel o etiqueta malpegada en uno de los lados, indicando vagamente el contenido. A mi alrededor débiles motas de polvo giraban de manera elíptica, o eso pensaba yo, hasta que una estúpida paloma ha sobrevolado por encima de mí y ha desatado todo un infortunio de remolinos: el final de la calle era una película amarilla, finísima, que se levantaba con cualquier brisa… Al atravesarla he mirado mi teléfono móvil. No tenía cobertura; además las pocas ganas, el calor y una desazón extraña han causado que me diera la vuelta. Al regresar a mi casa habían cambiado la cerradura y un tipo desde dentro con la cara quemada me ha dicho que me pirase de allí.
Me las he visto y deseado para encontrar un nuevo lugar para seguir durmiendo.

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