jueves, septiembre 11, 2008

De Camilo no puedo decir que sea muy alegre.
Se toca la cabeza como si le molestara el sudor pero él no suda. Le imagino en el concierto de los Rolling allá por el 82 con el pelo largo, fumándose un buen peta, con un litro de Mahou en la mano con el que va a ser el colega de toda la vida.
Aquellos tiempos en los que el mundo estaba poblado de asesinos y de botellón en los parques, aunque hubiera asesinos el botellón no era tal porque de lo que se trataba era de tener poco dinero, conversación y ganas de jugar al fútbol o de enamorarse. Eran otros tiempos, joder. Pelos largos, chupas vaqueras o de skái, pantalones pitillo, mucha vergüenza para ligar, o poca, bocadillo de chópped y muy poco curro. Además ni dios iba a misa, y el que no era heavy, era un hippie o conocía al dedillo los discos de sus hermanos mayores, de sus padres o se lo curraba en el rastro con cintas de 60. Un parque era la segunda casa y la madera de vez en cuando daba un poco el coñazo pidiendo la papela a los chavales. Siempre dando el coñazo. No pises el césped, chaval. No había marihuana, solo gomaza. A ver si pillo una china. Le he visto las bragas a María. Hace frío. Sostén tu el litro… ¿y esa libra?
Y después empezaron los heavys de peluquería, Mecano y la respuesta institucional a la movida madrileña, al descontrol. Necesitábamos grupos que nos hablasen de polladas no vaya ser que todo va a ser protesta, Asfalto, Leño, Topo. ¡No te jode! Luego el Plan de Empleo Juvenil, Minuesa, la Globalización y el ánimo competitivo y de crecimiento económico espectacular. Y te acuerdas del cojo Manteca machacando los relojes esos tan chulos de la calle Alcalá con la muleta o las pelotas de goma de los maderos. Eran tiempos en que algunos sabíamos lo que se cocía. Esa juventud de Maragall y el hijo del obrero a la universidad. Y el que sea listo que se deje de bobadas y se suba al carro. Después se inventaron ciertos términos para definir y tratar a los que no engordaban los domingos por la tarde frente al televisor, empapuzándose de galletas, panchitos o grasas polisaturadas, a los que habían decidido sentar la cabeza y el estómago, tener hijos con melenilla… Y les empezaron a llamar guarros. Guarros eran los rojillos de Che, anarkos sin ser punkies, izquierdosos que no se perdían la manifa contra la Guerra. Menos mal que no se salió de madre. Demasiados papáses y mamases con sus niños en el cochecito. Demasiados adolescentes. Demasiado en contra. Carga brutal de la policía en el centro de Madrid, un porrazo asesino a una muchacha en la cabeza que graban las cámaras.¡Qué bien sirven las cámaras de calle…! ¿Eh? Eso es la Democracia. Ni papá ni mamá volvieron a manifestarse. ¿A qué no? ¿Me equivoco? Y otra vez al sillón a beber cerveza aguada. Recuerdo que la fábrica de Mahou se la llevaron a Guadalajara y por ello el cambio de agua, de sabor… Y las patatas, las más caras, las artesanas.
¿Nos vamos al centro comercial? En Telemadrid ponen una película de esas de moral reductora, aunque las series de policías y de forenses copan el espectro audiovisual. ¡Qué bonita la libertad! Cincuenta canales y ni siquiera hay uno que sea una Cadena del Wáter para vaciar el salón de ruido, de heces digitales.
-Camilo… ¿tú qué piensas de esto?
Me sonríe y sigue leyendo algo que alguien de una cátedra de algo ha escrito en alguna parte.

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