lunes, septiembre 22, 2008

Poemas sonoros para hacer el amor en la antigua China.

Después de habernos cauterizado las heridas...
y lamido a conveniencia
y sorbido con devoción
y remendado con parsimonia
(hilo de bramante, aguja de soledad
y tijeras de constancia...),
me visto como un salvaje antes de salir al aire,
al sol de cada mañana.

En mitad de la llanura
los búfalos celestes llevan hundiendo sus enormes pezuñas
en la tierra de nuestros antepasados
toda la noche.

Me subo los pantalones
y te observo dormida
inusualmente hermosa
tibia como un jirón de tela que estuviera vivo...

(Pero no lo está, ...no lo está...)

...este es el instante en el que yo me quedo de pie
mirándote,
intentando comprenderlo todo,
tan frágil como un estallido de verdad,
como un rincón habitado por el olvido
y por la ausencia de luz.

Me subo los pantalones
y respiro tu cuerpo por mis ojos
que ya no volverán a imaginarte tan desnuda...

Salgo por esta puerta
y alcanzo el primer claro del bosque.
Allí está la luz
que mana tan callada
sobre mi corazón de agua.

(Un poema que escribí hace más de un año y que he encontrado en el cajón de sastre de este blog en el apartado de borradores).

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