jueves, diciembre 11, 2008

El camino del escarabajo
(Un sueño)

Lo que ocupa todo aquel montículo es la facultad de Derecho. Es una construcción semiesférica rodeada por un jardín muy cuidado, con apenas árboles a los lados, tres o cuatro plátanos que proporcionan buena sombra a las aulas. En la parte más alta hay un pequeño vano del que parte una diminuta y estrecha lámina de metal, más bien de hojalata. Es el camino del escarabajo. El escarabajo sube y desciende por ella, así no ha de hacerlo por la hierba, evitando ser pisoteado por cualquier desaprensivo. El escarabajo que asciende por la estrecha lámina de latón hasta el vano llega hasta entonces al ventanuco que se encuentra siempre abierto.
Cuando intenté salir de aquel aula me percaté de que los estudiantes llegaban como un intenso golpe de agua que hacía imposible el evacuarme. Al instante me hallé rodeado de toda oferta de mochilas, olores variados, risas, chupas de cuero, gritos, rostros, palabras... Así que me volví sobre mis pasos y decidí salir por alguna de las ventanas superiores pero comprobé que todas, en un rápido vistazo, se encontraban cerradas. La clase comenzó y yo luchaba por desaparecer. Antes me detuve a saludar a un viejo compañero de instituto que en una salida por la Casa de Campo le dio por hinchar con la boca los condones que encontraba como si fueran vejigas de cerdo. Llevaba una enorme chaqueta de cuero con los Byrds a la espalda y gafas de sol metalizadas. Le pregunté por dónde podía escapar de todo aquel jaleo y me indicó el vano del escarabajo. Al llegar allí comprobé que me era imposible salir si no arrancaba el clavo o el soporte en donde se ajustaba el principio, o el final, de la curiosa rampa ya que el mismo soporte partía en dos el vano. Así que desplacé el inicio de la rampa con tan mala suerte que se lió sobre sí misma, enrollándose, perdiéndose de mi vista, recorriendo en un instante la pendiente de la colina. Conseguí salir de allí por fin pero a costa de destruir el camino del escarabajo. Dos estudiantes, comprobando el desaguisado, se acercaron a mí y recriminaron mi actitud. Percibí que detrás de mí se había detenido la clase de la que había salido. No encontré ningún preservativo usado.

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