jueves, diciembre 04, 2008

(A Manolo Millares, in memorian;
con "Death in All His Friends" de Coldplay)

De los que se fueron en los años 70
solo decir que sus cadáveres quedaron viejos
de Renault 5 o seisymedio,
sobre ellos un tiempo de ceniza
o de colegio con pasamontañas o verdugo
que cubría por completo la cabeza,
mesacamilla, tapiz gris,o manta vasta que escondía vasta arpillera obrera
o hastiadas soledades de domingo
las tardes, las mañanas,
veranos de cielo azul más alto
(yo era niño, entonces)
y los jóvenes me parecían gigantes;
qué decir de la tienda de golosinas
y de la mujeruca que allí repartía
con la paciencia del ser-ahí
en cuadro de madera
-pintado del verdín verde de los ríos que aún reían-
con suelo blanco
azulejado/descascarillado/mordiente
de los cincuenta ya pasado.

Me acuerdo entonces sólo de los inviernos,
del mundo de mierda que afanosamente construíamos
y de las navidades... otro invento más de la tristeza,
aunque fuera Gloria Fuertes quien radió aquel año la Cabalgata.
Me gusta fijarme en los cuadros de Millares por su gran destreza al descubrir la columna vertebral de la amargura, cómo se retuercen los zapatos, la ropas al ser enterradas en vida por la frustración, el odio, la mentira... siempre con un "algo" al otro lado que quiere salir y empuja con todo el cuerpo.
Y ahora digo: "Cada vez hay menos al "otro lado" incluso en mí... me siento más idiota".

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