lunes, enero 05, 2009

Camilo vomita el año pasado

Camilo se levantó aturdido, con ganas incontenibles de vomitar el año pasado. Eran las siete y media de la mañana del 1 de enero.
Una pasta negruzca e intensa, como de ébano, fue expulsada por su boca y regó el pulcro alicatado. Se arrodilló ante el trono e introdujo la cabeza en el wáter. Volvió a vomitar más tranquilo. Pero del año pasado tenía mucho más de lo que creía y no fue hasta las dos de la tarde cuando el estómago le dejó en paz. Las últimas arcadas, las últimas idas y venidas al baño, solo extrajeron un intenso dolor en él. No quedaba nada y paría aire o silencio. El estómago se encogía como si se lo agarrasen con un puño de meses y se lo estrujasen desde abajo. El pecho se cerraba y casi no podía respirar. Resoplaba y resoplaba como un caballo que no viera final y, de nuevo, otra arcada, otro espasmo desde lo más profundo de sus intestinos que le hacía retorcerse de dolor.
Camilo, por fin, vomitó el año pasado. Volvió a la cama. Se arropó. Se sintió vacío, liberado. Había dejado espacio, todo el espacio de sus tripas para el nuevo año. La tranquilidad tomó el cuerpo de Camilo hasta que se durmió. No soñó. Al despertar todo el cuerpo le dolía, pero era un dolor nuevo.

2 comentarios:

mercedes dijo...

pues yo no diría eso...
tiene que ser fantástico vomitar un año entero.

alf ölson dijo...

A veces duele, Mercedes... y todo un año mola si es de golpe aunque se esté abrazado unas horas al wáter.