lunes, febrero 25, 2008


Éramos 14

Ayer por la noche asistí a una representación rediviva de la Bahuaus.
(Lean sobre la Bahuaus, por favor, no es pedantería...).
Actuó Julius Mirlo. Persona aparentemente seria e inofensiva. Sus gafas, su pelo bien cortado, su exquisita educación, zapatos impolutos. Un gentleman que es capaz de caminar a cuatro patas (¡caminar!) semejando una fiera pronta a colgar presas en un riel de estaño, presas-de-público que contemplan (p.ej.) a un tipo comiéndose una mandarina, que se escribe unos versos en la mar tranquila de la comunión performática o llenando de pulpa las hojas manuscritas como simpático secretario que se acompaña de la mano-que-arroja-los-dados: vis cómica, hilarante, y por supuesto, que se cuelga como un perfecto François Villon nada más aparecer en escena.
... y luego va y me dice que "alguienes" (después del evento) le dicen que si lo que hace es una parodia de la poesía. Hombre, amigo Julius, usted lo que hace es arte degenerado. Y luego que se templen tímpanos, que Gil de Biedma dé clases de poesía (no sé que quiero decir con "clases de poesía"... discúlpenme) a su ¿sobrina-nieta?, (Bueno, como siempre ¡qué desorden de entrada!) que se lean cómics, que se apaguen las velas y que usted se abra el cinturón porque se está exigiendo paso de un interior que no se puede templar sólo con la mirada, ni con el movimiento (no quiero compararle con los derviches, se tuvo que coger un mareo de tres o cuatro pares de no-derviches). Y al final, el cocodrilo fue domesticado -aunque más bien parecía lagartija, como dijo Julius- ... y menos mal que, como dijeron los dados, sólo éramos catorce.

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