Es así, es así, esa así el corazón humano. Ciego y enfermo, torpe y vergonzoso quiere permanecer escondido y no quiere que a él ninguna cosa se le esconda. Pero sucede todo lo contrario, y es que él no queda encubierto a la verdad y a él la verdad le queda encubierta.
(San Agustín, Libro X, Cap. XXIV)
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