sábado, noviembre 12, 2011

Nuevo Apunte

No me creo nada, ya no me creo nada. Podría creer en algo, pero no, no creo en nada. Podría creer en la Poesía, pero la Poesía es un camino que lleva siempre hacia la muerte y que luego se convierte en Eco pero sin Narciso.
El eco de los pasos de un ser que tuvo vida y que tal vez, físicamente, aparezca después de cien o doscientos años o tal vez nunca.
La Fotografía desvela Eso, que al cabo de cientos de años aparezcan seres iguales, unos a otros pero que espiritualmente no tengan nada que ver.
La Poesía, en cambio, sí, algo, pequeño, frágil, sencillo, un hálito de luz grabado.
La Vanidad de un ser que grabó sobre la piedra o con su propia sangre o con su carne el rasguño al tiempo, porque hizo un rasguño al tiempo.
Luego no se vale nada, se desaparece. Se tiene un hijo, dos, que a la vez se extienden y procrean, se pinta un cuadro, se escribe un verso. Ahora es, ahora se es y ni siquiera creo en ello.

Le preguntan a cualquiera, a ti, por ejemplo, que después de tanto tiempo, de ir de aquí para allá recorriendo imágenes, nutriéndote de ellas, qué, qué has hecho, contestas, por ejemplo, iba persiguiendo el Poema, la Ilusión, un Objetivo, el Amor, pero el Amor... ¿tú? Si fuera a Dios, pero no crees en los dioses, entonces, ¿el Amor? Burlar a los dioses, encontrar aquello sin tener que recurrir a la negación de uno mismo. Ser por completo, definitivo para desaparecer.
Acercarse al sentido aunque no haya ninguno, que no hay ninguno.
Porque una apertura hacia la Nada nos horrorizaría tanto que nos destruiría, quedarnos en la enfermedad, en la enfermedad de vivir. Siempre en esta enfermedad.
Los Deslumbrados, los Transparentes, los Aniquilados... los que no aguardan ninguna respuesta son los que ven verdaderamente.
¡Ah!, que vacíos misticismos si no se han vivido, si no han traspasado la carne, el Origen del ser de uno mismo.

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