lunes, enero 23, 2012

Zurcidos invisibles

Salgo del Metrodemadridinforma y ya me empiezo a dar asco. Me he encontrado con un colega en un largo pasillo de la Cueva de Legazpi. ¿Teníamos los dos ese color rosado de cerdito recién salido de la ducha?
Un libro en la chupa de un viajero llamado Maqroll.
Al salir al recién estrenado día, me he encontrado con un cartel escrito a mano, atado a los hierros que evitan que los peatones salten al asfalto por donde les venga en gana, un cartel donde estaba escrito "Zurcidos invisibles"... una buena metáfora para describir la literatura, la Literatura. Un inmenso zurcido (¡qué hermosa palabra, joder!) para decir, no..., mejor ¿una revista de creación? Mejor un corazón con asco como el mío. Un inmenso zurcido al calcetín de mi lengua, porque mi lengua es un pequeño calcetín-tobillo. (Y digo calcetín, por ejemplo). Que se vean los hilos, los puntos, los colores de ese diminuto calcetín. ¿Pero habrá algo de verdad en aquel pequeño calcetín zurcido de la lengua? ¿De qué lengua? ¿De mi lengua o de la Lengua? Sí, imagino que sí... que cada zurcido, con el elemento básico de la Lengua, es un zurcido único e irrepetible porque cada persona que zurce es única e irrepetible y se realiza, por tanto desde fuera del calcetín. Entonces, ¿qué es la Lengua? ¿el calcetín? ¿el hecho de zurcir cualquier calcetín? ¿el que cada uno de los que zurcen lo hace a su manera? ¿cada una de las personas que zurcen, mejor o peor, el calcetín?

(Al final ha ganado la voz de la Lengua y no la voz de la lengua. Todo un misterio cuando se trata de recuperar un texto, revisarlo y es entonces cuando aparece pues se impone o existe otra voz en el mismo texto del mismo autor y que este se enfrente y admita, finalmente, otra voz que haga despeñarse el texto en un eco deforme que deforma.
No sé si lo hemos entendido. Yo tampoco.)

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