sábado, abril 21, 2012

Bronwyn, Juan Eduardo Cirlot

A la que renace de las aguas

                        Las huellas de tus dedos
                        no se ven en las torres.

Pero yo leo sin descanso, en la soledad de la ermita junto
     al mar
los antiguos signos en donde tú estuviste hacia el año mil,
por los bosques, los pantanos, las ramas y las hojas, la arcilla
     pisada.

                        Dentro del corazón está la muerte
                        como una runa blanca de ceniza.

Acércate por el campo blanco o por el verde campo o por el
campo negro, pero ven.

                        Detente ante la tumba
                        donde los dos estamos.

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