lunes, octubre 15, 2012

El fantasma de una pulga, de W. Blake



Hace un par de días visité la expo sobre Blake en el Caixafórum y uno de los cuadros que más me atrajo fue el que comento a continuación por una motivo que creo que conecta con uno de los puntos más sobresalientes del pensamiento de Blake: su crítica a la codicia humana y a una falsa ambición que nos hace cada vez más frágiles y más vulnerables, aparte de sus críticas a la moral y a la religión, así como a las instituciones.
Me hizo pensar y tal vez más divagar sobre la reencarnación, ya que Blake plantea que si el ser humano tras su muerte se reencarnara en pulga podría llegar a soñar dicha pulga en su estado anterior, es decir, soñar que fue un ser humano, un poco monstruoso, eso sí, lo que ofrece una perspectiva creo que bastante sugerente de un visionario, es decir, si se diera la reencarnación nuestros sueños podrían contener mensajes de nuestras vidas anteriores e incluso de universos paralelos que hubiéramos habitado en un pasado remoto.
Pues bien, El fantasma de la pulga (ca. 1819-1820) de William Blake recrea un ser antropomórfico y monstruoso con un fondo en donde se adivina un vasto telón que por sus marcados pliegues parece terciopelo italiano y unas cuantas estrellas perfiladas de manera sencilla aunque bien se puede adivinar que una de ellas, en la parte inferior, es un cometa. Las manos se proyectan en unas uñas muy alargadas y en su rostro sobresale la lengua que parece dirigirse con ansia al cuenco que mantiene en su mano izquierda. La base superior de sus orejas se parecen a las de un lagarto volador, membranosas y de media estrella, y en la espalda parece que sobresale la columna vertebral como si fuera la de un chicharro, por ejemplo. Su cuerpo es fuerte, bien musculado y según se dice a los pies del coloso aparece una pulga.   
Como escribe Montserrat Villar Martín (véase AQUÍ) se recrea, según Blake, la conversación entre una pulga y el propio poeta que le dijo “las pulgas están habitadas por el alma de seres humanos sedientos de sangre, que son confinados en el cuerpo de pequeños insectos porque si tuviesen el tamaño de un caballo, beberían tanta sangre que gran parte del país estaría despoblada”. También dicha autora dice que "en el cuadro llama la atención la estrella con larga cola. El deterioro provocado por el paso del tiempo ha hecho que el brillante azul original de la cola haya sido reemplazado por un color marrón oscuro. William Blake ha representado un bólido o quizás un cometa".

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