Otra noche observo el perfil de la lechuza de Minerva que se adivina como si fuera un bajorrelieve producido por la fina cortina que oculta el fondo de armario que tengo frente a mí.
La lechuza me observa, o eso creo por sus enormes y redondos ojos fijos en mí, ojos sin pupila.
Poco tiempo después siento como todo a mi alrededor empieza a moverse y a cambiar de lugar, molestándome, por lo que al intentar poner fin a aquella algarabía constante y muy perturbadora decido (...).
(...) España (...)1585 así lo decía Juan Pérez de Moya en su Filosofía secreta, donde debajo de historias fabulosas se contiene mucha doctrina provechosa a todos estudios:
«Desechada la corneja de la compañía de Minerva recibió la lechuza o
mochuelo, porque esta ave ve de noche, y al sabio, entendido por
Minerva, ninguna cosa se le debe esconder por encubierta que parezca; y
porque así como esta ave está de día escondida y retraída en lugares
oscuros, apartada de la conversación de las otras aves, así el sabio con
deseo de la especulación se retrae a lugares solitarios, porque en la
familiaridad y frecuencia de la gente no hay quieto reposo para
filosofar; y porque el contemplar y considerar tiene más fuerza de noche
que de día, y el ánimo muestra en este tiempo más vigor, por esto se
denota esto más con estas aves nocturnas que con otras.»
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