sábado, noviembre 29, 2014

La Puerta

Mi intento es salir por esa puerta abierta que alguien ha dejado no para mí, ni por nada, ni siquiera para nadie.
Mi mayor logro sería por fin dejar atrás todo aquello para siempre y olvidarme incluso de que he salido.
Olvidarme incluso de que he de volver porque nunca más volveré.
Hay una puerta de metal, ciertamente oxidada. La han pintado de verde y pronto la volverán a repintar. Las huellas de la herrumbre vuelven a aparecer. La puerta cierra un pequeño patio de arena, y se encuentra sobre un bloque de cemento de un metro de altura que cierra por ese lateral el perímetro del patio. A la puerta que ahora se encuentra abierta, se llega por unos pequeños escalones hechos del mismo cemento con el que se ha construido el pequeño murete. A la derecha, según se mira hacia la puerta que permanece abierta que es una puerta de jambas de tubos de metal y panel de alambrada, una puerta de color verde claro como el musgo muerto, se encuentra el muro de anchos y gruesos ladrillos blancos, y huecos, de 3,5 metros de altura que cierra a ambos lados el patio.
La puerta es el único camino. Detrás de mi todo ha desaparecido. Los que estaban a mi alrededor, han regresado al lugar de donde salimos y al que no quiero regresar. No volveré allí. La puerta está abierta pero esta es la puerta definitiva. La única puerta. Ni para mí, ni para nadie, ni por nada ni nadie se encuentra abierta. ¿Por qué no iba a estar abierta? ¿Por qué no iba a estar cerrada? Etcétera.
Escapar. La palabra es "escapar", no es huir. Creo que no es una huida. Nadie huye, pero todo el mundo se puede escapar o podría llegar a escaparse. No se escucha ni un ruido. Debo dedicidirme. No se oye a nadie detrás de mi. Sé que podría verme alguien y que ese alguien me detendrá y que no me negaré a que me detenga, y que regresaré porque él o ella sabe mejor que yo lo que hace, porque yo me encuentro huyendo y no hace falta convencerme de nada pues es simplemente que no quiero ser descubierto, no quiero que nadie me vea ni me descubra... mi pudor al ser sorprendido sería más fuerte que cualquier palabra que pudiera utilizar, que cualquier argumento que en aquel momento pudiera argüir.
Es imposible. Es posible. Cualquier persona, cualquier desconocido; es decir, podría reconvenir mi actitud, me detendría y podría devolverme al lugar del que procedo. Nada más.
La puerta sigue abierta. Mis ojos no dejan de mirarla, no dejarán de mirarla nunca...

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