Los poetas-luciérnaga locos con la linterna del móvil, arrojados en el césped del muy visitado parque nocturno.
Devoran página tras página la vieja y la nueva literatura y escuchan con atención cualquier sonido y escancian cualquier epifanía que surja de la noche.
¿Prefieren las noches con luna llena que se embebe por la pertinaz neblina y que avisa de las próximas líricas, o, en cambio, desean la ferocidad diversa de los sujetos y sus complejidades para la trasversalidad de los discursos que se suceden como espectros?
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