martes, enero 15, 2019

Ulula el loro-hombre

Si lo que denominamos «razón» es una facultad específica de los humanos, que no un nombre más para algo que puede denominarse diferentemente, como «pensamiento», «cerebración», «nomenclatura», «nominalismo» etc., por esta facultad, nosotros no somos más aventajados que el resto de los animales. Quien me contradijere esta sentencia, habrá de tenerse o por uno de los muchos crédulos que son engañados por sofismas cohonestados con calificativos de «filosóficos», o por uno de esos engañadores que así se arrogan títulos de «filósofos» como otros se jactan de ser «millonarios». Basta escuchar hablar a cualquiera de nuestros congéneres o leer algunas de sus composiciones, para entender que esta facultad verbal nuestra no difiere mucho de aquella que observamos en los loros: repetimos lo que escuchamos o lo que leemos de los demás, sin apenas cuestionarnos en general sobre lo dicho, o en particular sobre las palabras con que integramos la dicción. (...) ¡Ah, la inteligencia de los humanos! (...) Si por esta facultad nuestra de repetir lo que otros dijeron logramos imperfectamente significar un poco de lo que queremos, ¿por qué no creer que los loros pueden hacer lo mismo? (...) Y tan verdadero es esto que digo sobre la semejanza verbal de algunas aves psitácidas con los humanos, que para probar la verdad me basta alegar la palabra «psitacismo», la cual hallamos en el inventario de neologismos de varios idiomas, entre ellos el castellano, para designar el vicio nuestro de repetir palabras, frases, teorías, y doctrinas –todas ajenas o aprendidas de alguien más- sin cuestionarlas. (...) «persona que habla con psitacismo, individuo que habla como un loro, ser humano que, al escribir o hablar, emplea más su memoria que su pensamiento». (...) Y, con esto, quede entendido que, quienes cantan en un idioma que mal entienden, esos son psitacistas; que también lo son quienes recitan himnos con la misma facilidad que profieren «buenos días» y «buenas noches», motivados más por un «instinto» formal que por un deseo de que la persona «saludada» tenga un buen día o una buena noche. (...) Los humanos son más de «clichés» que de frases originales; y tanto, que cuando leen o escuchan alguna que acaban de extrañar, la tienen por «rebuscada». Por ejemplo, cuando alguien lee en una obra literaria que «el viento ululaba», no se detiene en este «cliché» porque lo encuentra «correcto»; pero cuando lee que «el perro ululaba», extraña la frase, ignorando que el verbo ulular se adecua más al sujeto perro que al de viento, o, lo que es igual, que el verbo ulular procede del latín ululare, que significa propiamente «emitir un perro, un lobo, etc., un aullido».


(Texto extraído de Las Nueve Musas, concretamente del artículo "Lexicografía de una realidad Objetiva")

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