sábado, mayo 25, 2019

una película

Será
que todo lo que no me atreví a decirte
en aquellos años
ahora se ha puesto de moda
a pesar de su simpleza
que abochorna,
pero resulta
que funciona
mejor
que cualquier
cosa.
Será que todo aquello
que ahora veo escrito
en otras paredes que no son las mías,
en páginas que no he escrito
(si alguna vez quise ser pared
o papel en blanco)
es lo que mueve el corazón
lo que bombean miles de vidas
lo que triunfa:
la sangre es roja,
y las lágrimas frías,
transparentes.

Nos atrae más
el gélido cascote abandonado
en mitad de la nada
frente a un túmulo
-una escombrera
que hizo el ayuntamiento
para ocultar la basura
o sus vergüenzas-
antes que
la buena alfarería
con colores fríos,
la filigrana,
el preciso dibujo a pulso
que destella y rompe
en un azul marítimo.
Sin duda alguna
es una estética,
una estética que resulta mejor
cuando hace frío
cuando llueve
cuando el agua
te ha inundado los bajos del pantalón
los calcetines
y caminas solo,
solo y vencido
entre miles de hierbas
enhiestas y resecas
barrizal de ideas que ahora chapotean
bobas
cargándote los pies
y los años,
sin saber ahora qué rumbo tomar
qué sentido tiene
adónde ir
sino seguir caminando
entre grandes pistas de asfalto
donde viajan ajenas
miles y miles de cajas,
entre días de grises,
sin  un atisbo de amapola,
como si no viajaras en un hilo de luz
y aún no te hubieras dado cuenta,
como si de aquí no pertenecieras,
nunca, y ya lo sabes, te lo dije.



(anoche, mientras ultimaba este texto,
me venía a la cabeza de manera insistente la película
Armonías de Werckmeister, de Béla Tarr)



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