jueves, noviembre 05, 2009


Vida y muerte en una biblioteca pública

... y aquí que el otro día me preguntó Bilillo si había leído a R. Graves porque mis poemas le recordaban a este autor. Pues no, no lo conozco, le dije. Así que me acerqué a unas cuantas librerías para comprobar cómo estaba publicado, en qué ediciones se podía encontrar a este autor.
Hoy en la Casa del Libro he visto una edición muy cuidada, de estas de cubierta dura, de papel con un gramaje de la hostia pero no tengo pasta, es más... es más, punto.
El otro día pasé por la biblioteca de Iglesia, la Central, y encontré esta edición en El Bardo de 1981. Con su refuerzo en esparadrapo verde en el canto o lomo. Como los de antes.
Cuando comencé a ir a las bibliotecas, en concreto a la de Quintana, había un tipo que se dedicaba a arreglar los libros, a ponerles tapas duras para protegerlos, a colocarles el esparadrapo, a encolarlos de nuevo... un hombre que trabajaba en el taller de los libros... y a mí me gustaban los libros con esas tapas duras, de cartón, oscuras, aparentemente anodinas y neutras pero que soportaban el "trasiego" de los lectores. Ahora pienso... que sería supermegaguay ir ahora con un libro de esos por la calle. Parecían incunables. Quedaría ahora muy moderno y a la vez demodé.
Antes las cosas se cuidaban más, duraban más... y ahora nos hablan de la cantidad de materia prima, del reciclaje y de su puta madre. Me descojono. Y encima del canon de las bibliotecas. Si yo no hubiera leído de las bibliotecas públicas tanto como lo hice ahora ¿qué? porque no tenía ni un puto duro; sí, así era, y en mi casa tampoco había libros... (¿Está claro, verdad? Está claro por qué estoy, por ejemplo en contra del canon de las bibliotecas.) En mi casa había un par de enciclopedias, recuerdo que una de ellas era la Durvan y que tenía, y tiene, porque aún está en casa de mis padres, un desplegable del motor de un coche que era una pasada. Y con la otra enciclopedia me dedicaba a recorrer la geografía mundial con el dedo. En fin.
Este tiene los bordes de las páginas un tanto ajadas y he encontrado que desde 1982 está pululando, que unas cuantas manos lo han leído. Esto es lo importante, que haya bibliotecas porque lo de este país con la cultura ha sido y es de un esperpento mucho más allá de cualquier obra de Valle-Inclán.

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