Recuerdo las viejas Navidades
cuando todo aparecía en su claridad y orden.
Las luces impregnadas de esperanza
eran como un bálsamo que reponían mi niñez
con la delicadeza de la caricia y el amor.
No necesitaba ni siquiera de la caricia del aire
ni de la luz.
Pero, ¿sabes?, ha cambiado. Un destello viejo y sucio
me cubre la cabeza, y solo la ceniza es capaz de habitarme.
No es culpa tuya, no lo es.
He decidido naufragar. Un peso amargo y duro,
un peso de escolopendra y de agua dura
me puede hasta hundirme.
¿Quién podrá sobrevivir a esta trampa?
Dime, amor, ¿me ayudarás?
No hay comentarios:
Publicar un comentario