Dentro de unos días nos vemos en casa de Cristóbal, allá en el Sector 3 de Getafe, en la fiesta de los Cuadernos del Matemático, con la inestimable participación, espero, de muchos colaboradores de esta revista literaria de creación, expresión y reunión, además de lugar de encuentro y blablabla. En fin, una noche al albur del agua, del canapé, y si se tercia al regocijo de unas gachas a altas horas de la mañana. Botellines fríos en cubos de vendimia, los más frescos, latas, y algún que otro choricito a la brasa, un lujo señores ñoras, y Ezequías currante, como tantos otros, de esta revista, nos mostrará su lado amable y nos abrazaremos a sus gafas de Easy Rider on the Storm.
Pero yo venía a hablar de mi libro con mis lápices y mis bolis y mi cara de pan que no ha comido en muchos días porque la poesía es hambre y hambre de personajes es lo que tiene el galáctico de Vila-Matas porque si no vean, ¡vean!, comprueben cómo un escritor catalán puede llegar a tener el rostro de un extraterrestre... y que me perdone pero su libro sobre... su último libro publicado en Anagrama, es un paseo junto a Robert Walser. E imagino, les creo reconocer a ambos en mitad de un agradable paseo, al encuentro de las casas que allá a lo lejos empezarán a despuntar (quién dijo que la tierra era plana), caminando y avanzando en paralelo, sin verse pero oyéndose, rastrojando sus pasos porque de vez en cuando les da por invadir, traspasar la linde del camino y llegar allá donde las cañitas de los trigos "recortaos", ¿ o eran canutillos que a modo de diminutas tuberías recogían el agua de Otoño?, se clavan en la suela de sus zapatos, y se percatan como robots literarios -no checos, por favor- de que se han salido del camino y vuelven otra vez, uno de camino a una casa de reposo (así como se llamaban a las montañas mágicas) y otro al redil de su mesa de despacho donde seguirá desvalazando sus ovejas androides como él, como Vila-Matas.
De nuevo me dejo desbordar. Las palabras tiran de mí, no los personajes, que eso le ocurre a cualquiera. Todo esto parece un dique reventado, o el salvaje fragor de una presa que se rompe, no... mejor dicho: el salvaje fragor del agua que se vierte continuamente y, extasiado, se contempla cada uno de los rizos del agua y quieres meter una de tus manos dentro y notar la fuerza y el tacto del agua, y el vértigo lo saboreas, como aquellos que en un chispazo de no-sé-qué, antes de arrojarse a las cataratas del Niágara, por poner un ejemplo, como Andy Warhol & Marilyn Monroe, se olvidan del motivo de su suicidio y les atrae la fuerza tan incalculable que habla allá a lo lejos... la bruma del choque del líquido elemento.
De nuevo desbordado, saltando de un lugar a otro, por el solo hecho de escribir y nada más, sin motivo y sin destino, como la vida misma, como mi vida, como todo aquello que se hace porque sí y porque a uno le da la gana. La libertad absoluta inocua...
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