Se estaba bien el domingo pasado en La Aguja. Poca gente, la cañita, y escuchar. Para qué más.
Lejos, demasiado lejos se encuentra el lunes. Hay que saber distanciarse de los días lo suficiente como para que todo te venga de pronto. La resaca y la mala hostia.
"La noche en la calle y los rápidos andares de la peña. Todo el mundo tiene prisa, hasta el crápula que vuelve a su casa sin muchas ganas de ocultar su borrachera. Hasta el mendigo de Atocha. Camina a pasos agigantados, cruzando el solecito de fritanga del diamante en bruto que es el calamar. Luego, se sienta a esperar una sombra en el horizonte del paseo maría cristina, una sombra que devore el perfil del día, que lo someta y que lo borre, que lo cristalice en miles de otros diamantes, estos negros, limpios como zurullos (¿limpios como zurullos?) y así parecer una imagen bendita del apocalipsis o un retrato de la verdad del espíritu del género humano, todo el cortinaje plastilento y nauseabundo de su eterna codicia levantado como un inmenso polvo negro, azucarado y maloliente en aquel horizonte que aguarda el mendigo que transita por la ciudadana calle. Todos estos años de sacrificios para seguir escribiéndose en los ombligos... el g° h° (veis, escribo como un jodido idiota por no querer decir el Hombre o la Mujer). El hombre se ha ensorbecido en su interior ínfimo y ha desdeñado su exterior infinito".
Señor Escatófago.
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