miércoles, marzo 19, 2008

Burgos, caput castellae

¿Dónde puedo escuchar a Leonard Cohen en Burgos?
¿En qué lugar?
Preferiblemente espero que sea en un bar, atado al líquido vicio. Una de las últimas veces que anduve por allí, me regalaron los oídos con la última canción que ponían en aquel bar a las tres y media de la mañana.
-Si quieres echar a la gente lo mejor que puedes hacer es poner a Leonard Cohen.
La barwoman ser fue hacia el "pincha" y se lo comentó. Desde el fondo de la barra los dos me miraron y ella se volvió a acercar.
-Sí que tiene algo...
Y comenzó a sonar Democracy del disco The Future.
-... lo malo es que ahora yo no voy a querer irme.
La chica se sonrió y se volvió, dejándome desesperadamente feliz con mi cerveza y mis ganas de escribir algo que produjera una tercera guerra mundial.

A la mañana siguiente, me entretuve en una desordenadísima librería en la que encontré por quinientas pesetas (la gente dice de las "antiguas pesetas" pero esto es incorrecto porque ahora los euros no son "modernas pesetas") el libro rojo del manicomio de Mondragón, Globo Rojo. Como se sabe, L. M. Panero llevó a cabo, con la colaboración de otros locos, un libro con textos, dibujos, pensamientos, etcétera. Léase Colifata pero sin psicólogo. En este caso es Leopoldo que bebe cocacola en una terraza de Canarias mientras las palomas picotean los panchitos que le han puesto de tapa.
La librera se quedó muy sorprendida al ver el libro.
-¡Vaya!, no sabía que tuviera este libro aquí... Y me lo llevé, más contento que unas pascuas. Ahora sé que volveré allí, a rebuscar y tal vez se acuerde de mí y de mis "rebuscamientos" en su negocio. Esta librería se encuentra en el mismo paseo del Espolón, al principio. Existe otra librería también que me gusta que es la que se encuentra al principio de la calle Vitoria. Quien la administra parece un tipo sacado de un gran salón victoriano, de estricta educación, y de gesto pausado y tranquilo. Te hace cosquillas tanta parsimonia.

II

No me gusta relacionarme con gente con la que no me quiero relacionar y menos por motivo de trabajo. El trabajo es una realización vital absurda a la que se ha de plegar uno para poder sobrevivir. Y es absurda porque se encuentra lejana de la propia naturaleza. Nos hemos empeñado, el género humano, durante siglos en crearnos una naturaleza frankestein que nos permita escindirnos de la naturaleza (arrojemos a la niña de la orilla al fondo del río... si arrojamos cada uno de los pétalos de la margarita al agua por el juego de la vida ¿por qué no nuestra propia infancia?) por eso hay que asesinar al poeta que nos hable de la luz, del agua, del trino de los pájaros y ensalzar a quien, en cambio, cite el amplio y cerrado ruido de las ciudades, su martilleo constante y la enajenación producida por la miseria, las drogas y las guerras. Es este el verdadero espíritu para afrontar el nuevo siglo. Volver a Nietzsche realizando tan solo la lectura que nos interesa, que es la lectura del optimismo científico, la fe ciega en la máquina, etcétera. ¿Dónde puedo ensuciarme verdaderamente? ¿Dónde puedo ahogar los gritos de Kurt Cobain escindido de su pensamiento? Llevamos más de un siglo quejándonos sin encontrar respuestas. Nos precipitamos en el furioso trajín sin pensar en las consecuencias, en cómo se desplaza junto a nosotros el paisaje que a medida que avanzamos vamos construyendo. Así, como si fuéramos en el interior de una velocísima máquina, enajenados-del-afuera.

(El dibujo es de Leonard Cohen).

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