martes, marzo 04, 2008

La envidia es muy mala

Los nazis intentaron llevar a cabo, el viernes 29 de febrero, una performance o acción en la Plaza de Tirso de Molina.
Para ello contaron con alguien o "alguienes" que les allanó el camino y les dio "su" autorización e invitación para que se reunieran en la calle que quisieron o pensaron suya pero, hete aquí, tuvieron muy poco arte y así les respondió el estimable y estimado público que se presentó de manera espontánea, o no, para contemplar y elaborar una crítica, o no, según le pareciere.
Poca altura moral, humana y, cómo no, artística se pretende ya con esto. Por una parte, se ocupa toda una plaza; por la otra, se expulsa a todo el mundo. El "Yo me lo guiso y yo me lo como" y encima, con la protección de los medios del Estado, que los pagamos todos...
Primero: La policía echó a todo el mundo: "guarros", negros, extranjeros o nativos "sospechosos" de no ser admitidos como público, entonces... ¿con qué público querían contar? ¿a quién querían dirigirse? ¿con qué objetivo, por tanto, mostrarían su "acción"?
Segundo: Ante la falta de ideas que demostraron y de símbolos (bastante anticuados ya, como el águila reyescatolística -sabemos que a Rajoy le gusta citar a los Reyes Católicos como germen de la "españa" que a él le gustaría que estuviera presente-) desde el sindicato CNT se intentó avanzar, dar rienda suelta a su intento de "participación" en el evento con una "mascletá" improvisada.
(Parece que lo que a mí me pareció la "mascletá" fue el inicio de los disturbios, es decir, el olor a pólvora supongo que sería por los tirabolas y los botes de humo por lo que rectifico desde aquí mi visión parcial desde la esquina de Relatores con Tirso donde, por cierto, contemplé la agresión impune de un representante de la autoridad a un chaval que en ningún momento insulto ni amenazó ni física ni verbalmente al policía que le dejó, al chaval, de rodillas en el suelo por un porrazo en sus partes).
Se animó un poco, pero perjudicó los nervios, la pseudosensibilidad de los que se empeñaban en "proteger" la pobreza artística que se venía ejecutando.
Tercero: Se tomaron medidas más drásticas. El público, intentando darle más enjundia al acto, manifestó su repulsa y así establecer, por una parte, su rabia y su odio al engaño de toda esta pseudoacción muy protegida pero que nada aportaba. Pero los que protegían no entendieron que el respetable también tiene la libertad de expresarse en estos eventos. Por lo que no hicieron una lectura correcta del desarrollo de los hechos. ¡Una pena!
Cuarto: Ante la confusión y la repulsa ante la estafa y el poco brío de los participantes performanceros -si se les puede llamar así, porque no llegan ni a la altura de un vulgar aprendiz de papanatas-, vendedores de humo, vocingleros de medio pelo o sin un pelo, etcétera, la expresión del pueblo vejado y expulsado de un sitio urbano-natural actuó en consonancia. Y en vez de ramos de flores, besos y aplausos arrojaron adoquines contra aquellos que defendían un espacio que no es de nadie sino de todo el mundo como es la plaza en la que se encontraban, ágora donde todo el mundo tiene voz y libre circulación.
Por tanto, y en virtud de lo cual, expreso mi más enérgica consternación y repulsa por la mala baba, la "envidieja" de unos cuantos que quisieron montar y realizar una "acción" o mitin, emulando la vida artística, la vida que diariamente expresa Lavapiés.
La envidia corroe, te hace más débil y acaba con el sentido común, y también con la alegría por la generosidad que todo arte conlleva.

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