Aníbal Núñez & Robert Walser& Roger Wolfe
Antes de ayer me encontraba dando una vueltecita por el centro, después de haber estado con una amiga, cuando volví a una de mis librerías favoritas llamada Librería del Espolón en la que, entre otras y muy apetecibles "cositas", encontré Taller del hechicero, del poeta salmantino Aníbal Núñez (Amarú Ediciones) y otro de los libros de Roger Wolfe, ¡Que te jodan, Nostradamus! Al primero me voy a referir porque ha sido este el que, al término de su lectura me ha dado un buen rollo increíble. Esta definición, más bien pobre, pero que intenta explicar que mis yo qué sé si procesos neuronales se habían activado de tal manera que cierta apatía, ansiedad o, vuelvo a decir, yo qué sé, había desaparecido como por arte de magia... sí, como si el hechicero-poeta me hubiera hechizado a mí, lector, con su musicalidad -jugando con ella, construyendo, incluso saltándose (en ocasiones) las normas de la más elemental métrica- sus juegos con la Historia, la ironía casi siempre presente en cada uno de sus poemas, entre sus Escritos, Homenajes, Amores, Estrategias y el Final existe un continuo perfectamente hilado (aunque esto no sea lo más importante) aunque sí que hacen referencia a la Historia -quebrándola, jugando a establecer universos paralelos en conexiones no imposibles sino posibilitadas por el hacer del poeta- con pergaminos, piedras, Ciros, sacerdotes o lámparas de araña que no abruman sino que me cogieron así, como de la pechera, para envolverme con su musicalidad ("La última orden", por ejemplo) y su sana ironía en las vueltas y revueltas que hay entre la cotidianeidad, la lejana actividad de los meseteros, y el amor o por lo menos el deslumbramiento ("Solo el ritmo conserva un interés periódico"), cierta ternura...
Y por otro lado, otra gran sorpresa ha sido El bandido, de Robert Walser, quien tuvo a bien no destruir aquellos escritos no publicados en vida, pues ya desde la primera página me produjo gran desconcierto la manera de narrar de este autor del que he leído ya unos cuantos títulos, al punto de pensar que este no es mi Walser: escribiendo de forma desenfadada, casi una polifonía de voces incluso en el intento de conversación con el autor, rabiosamente moderno, con toques de absoluta complicidad pero con un desparpajo y una naturalidad que se aprecia en los diálogos porque no hay (como es habitual en la literatura de Walser) trampa ni cartón; es decir, nos trae a sus personajes delante de nuestra jeta, a la vez que nos trae los pensamientos de uno y otro y del uno sobre el otro. En fin, que es la historia de un vividor, un "bandido", un ser aparentemente inútil (de ahí su utilidad como bien dice el bueno de Walser), un amoral enamorado ahora sí, ahora no, de una camarera (que típico lo de la camarera, creo que me suena) y que se cruza con Wanda, otra mujer de armas tomar. Es curiosa porque aparte de dirigirse de forma directa a un presumible lector, en ocasiones, nos dice eso de "de esto ya hablaré más adelante. No se inquiete" con esa sonrisilla picarona que se le supone en estos casos. Esta novela según cuenta el editor se "elaboró" tras el hallazgo de 35 párrafos -entre estos papeles también aparecieron los Microgramas-. Pero lo que me ha dejado K.O ha sido la obra de Roger Wolfe llamada ¡Que te follen, Nostradamus! No se corta ni un pelo, se moja, habla a las claras de lo que es un escritor que tiene que poner todos los días los garbanzos en la olla (lo dice varias veces, pero que me cuelguen si no es jodidamente cierto esto) porque aunque trabaje como intérprete y tenga que hacer en ocasiones viajes de aquí para allá, les pone las cosas claras a los de El Mundo, a Ajoblanco, a Mondadori, la Complutense o la propia editorial Renacimiento, donde hay algo que le mosquea (y lo deja así), porque Roger (en este diario que ocupa el año 1999, ya ha llovido), como todos los que no se han "acomodado" al sistema o desean acomodarse, vive "a salto de mata" (¿será que "la seguridad" es tragarse lo intragable, bajarse los pantalones...? espero que no porque si no vamos bien... aunque desde que curro -y hace años- se me muestra esta certeza ante las narices) y particularmente estoy de acuerdo con él, porque ¿qué es eso que te deban desde hace siete meses un trabajo y te den largas y te jodan con mentiras? Parece, como él mismo dice, que les debieras algo por publicar, parece que te hacen un favor cuando es al revés. Pero esto también forma de la vida... y si no, te haces funcionario del Estado... Pero entre unas cosas y otras, entre su ciclotimia, su insomnio, sus iras y sus venidas, sus ganas de mandarlo todo a la mierda hay buenas historias con David González, Karmelo Iribarren, Juan Miguel López Merino (a quien dedica el libro), José Ángel Mañas (un tipo maltratado en este país con su primera novela, así lo digo, maltratado injustamente, lo repito; por cierto, escribe el prólogo), Manuel Vilas, etcétera, y sus menciones a Blaise Cendrars, su eterno Cèline, Hemingway, Ferlinghetti y su City Lights, o cómo devora compulsivamente a Simenon, así como sus historias con los recitales o en la radio donde mejor o peor la gente que mejor funciona en este aspecto es la que como él no tiene nada que perder porque no tiene nada o tiene mucho que dar. Eso es. Aquí mucha sinceridad, y mucha sencillez. No se anda por las ramas y va al meollo del asunto. No se corta y ¿sabes? eso siempre trae problemas. Pero me parece y siempre me lo ha parecido un tío íntegro y para nada perfecto.
2 comentarios:
joder, alf, me he leído el post con avidez, y creo que voy a tener que hacerme con los títulos que mencionas, gracias.
Pues a disfrutar.
Un abrazo.
Publicar un comentario