viernes, octubre 08, 2010

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Ella estuvo un rato.
Prendió.
Se fue.
Pero me había incendiado y no recuerdo.
Desde entonces
soy una vela apagada que no descansa.
Y no descansa, todos los días y noches.
No descansa.
Lamí todo su cuerpo
como si fuera fuego
y por su fuego me consumí.
No sé que cera era mi cuerpo,
no sé si fui pábilo
y mi memoria un trocito de carbón
al final.
Mi memoria.
Su ano, sus tetas, la cabeza y su sexo.
La dejé dormir en el precipicio de mi cama
y se fue.

No quise despertar.
Desperté.

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