sábado, diciembre 04, 2010

Miguel Pérez Alvarado, Teoría de la luz, Ediciones del Cabildo de Gran Canaria, 2001

Esta vez traigo a un poeta canario llamado Miguel López Alvarado, distinguido con el Tomás Morales de poesía en el año 2000. Nacido en Las Palmas de Gran Canaria en 1979.
Teoría de la luz es un poemario perfectamente construido. De hecho no es casual que al Índice lo llame también Estructura. Armado con sus Tratados y dentro de estos, Partes, y a su vez con títulos, en su mayoría, muy sustantivos como Individuo, Mundo, Crisis... da lugar a poemas que cantan por sí mismos, que componen melodía en un todo y que suenan de principio a fin del libro. Los poemas poseen una musicalidad precisa, y esta precisión se rompe cuando ha de romperse, cuando se zarandea al poema para que vengan las palabras precisas habiéndose obtenido ya la idea.   
Teoría de la luz presenta hallazgos muy notables que a cualquier lector de Jorge Guillén o de J. R. J. no dejarían indiferente, todo lo contrario. Lo acercaría por su precisión rítmica y con la sustancialidad que se derrocha. Es un poemario del que podríamos señalar su envidiable carga mística, el entronque con san Juan de la Cruz y con la más alta poesía española. No se cita gratuitamente al principio a una mujer, a una de las grandes exponentes del pensamiento occidental y de la teoría de la poesía, como es María Zambrano.
También nos trae A. S. Robayna, a J. A. Valente "como cede a la luz la luz", al gran Luis Feria -otro poeta de gran y precisa profundidad-, a Manolito Altolaguirre en un poema casi vulgar en su léxico pues todos los poemas restantes, en cambio, aunque no son preciosistas -no, de ninguna manera- son "correctos". En este punto de inflexión se produce el enfrentamiento ancestral con la palabra pues al llegar aquí -el poema se encuentra en la página 121- el poeta se percata, se sabe, tras haber desarrollado un gran trabajo de precisión, se encuentra con que "Y si nadie me escucha, ¿a quién le cuento / todo el mundo con estos trazos sucios? / ¡Si solo yo los oigo, pero me ahorcan!" Y seguro que duelen, "¡Tú, tirana / que me abres pozos tristes en la lengua!", escribe en el poema siguiente.   
Creo que es un poemario que habla desde la luz de las claves de la existencia, del ser en el mundo mediante la luz como constante, no como ausencia de oscuridad, sino como vitalidad y encuentro, "mi corazón alcohólico de luz", "quien tanto mira solo es lo que mira", "Vi. Con todo mi cuerpo. Pero los bordes / de mi cuerpo quedaban como turbios.", "Yo recuerdo la luz y la construyo / a brochetazos bravos de memoria". O el comienzo del Intermedio llamado Crisis (con una cita de José Carlos Cataño, a quien no he leído ni conozco, que dice Las cosas hablan a cambio de nuestro sacrificio.) una parte preciosa que la componen  poemas de tres o cuatro versos cortos salvo el último.
Termina con una cita de Heráclito que reza "Quien no espera lo inesperado, / no llegará a encontrarlo, / por no ser ello ni escrutable ni accesible." Y en ocasiones de tan inseperado pasa por delante de nosotros sin percatarnos, lo que no le ocurre a Miguel Pérez Alvarado.

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