sábado, marzo 10, 2012

Oblómov & Vila-Matas

El día que leí Oblomov de Goncharov me quedé helado y sorpendido por haber descubierto semejante novela. Un hallazgo. Algo así como cuando alguien te dice algo que tienes en mente durante muchos años y no eres capaz de agarrarlo bien, no soltarlo, bien, ahí, fuerte, y describirlo. Así me pasa con dos poemas que tengo desde hace años en la cabeza y que no quieren salir, proyectarse e incluso escribirse. ¿Solos?
Tiempo después comenzé a trabajar en la Fnac y allí, en las navidades, un hombre de unos sesenta años se acercó muy tranquilo hacia mí y me preguntó si podía ayudarle. "¿Dónde puedo encontrar estos libros?". Me preguntó. En la lista que me mostraba, en primer lugar, aparecía Oblomov... Le sonreí y le indiqué que tenía que subir una planta más. Cuando se dio la vuelta le dije: "Y Oblomov es un gran libro..." "Lo sé -me contestó- mi nieto tiene muy buen gusto". "No lo dudo en absoluto" -le contesté.
Ahora Vila-Matas lo trae en el periódico. Hable de él, me acordé de Oblómov también cuando aparecieron en los medios de información los denominados Ni-Nis.
Y ahora llega mi momento de filosofía a martillazos. Un brusco giro.Los hipócritas suelen hablar mal de personas que ni siquiera conocen, optan por descalificarlos en bruto, de ir contra ellos ya sea porque se ha puesto de moda, ya sea porque actúa como masa y la opinión suele ser unánime. Hemos definido algo...  Ni estudias Ni trabajas. Les hemos metido en un saco, o eso creemos. Pues bien, hipócritas, ¿estaría bien que todos los jóvenes a partir de los 16 años salieran de casa de sus padres y se pusieran a buscar un trabajo, a exigir un trabajo? ¿Sí? ¿Serán así más reconocidos, más dignos? Hipócritas de medio pelo, de cáscara de huevo por cabeza, atolondrados. Si lo hicieran, si verdaderamente lo hicieran, todos y cada uno de ellos al verse así, es decir, que no consiguen eso que vosotros llamáis "trabajo" que no es otra cosa (por lo general tal es la sociedad en la que estamos) que indignidad, humillación, falta de escrúpulos, mentira, exagerada competencia, depredación, animalidad (3.ª acepción RAE), falsedad y miedo, podrían echarse en una plaza a dormir, a tumbarse y podrían deciros a vuestra cara "Preferiría no hacerlo" o "Mejor que se lo coman todo y qué más da" o simplemente "No, nada, nunca, jamás, no". Porque, por supuesto, serían más inteligentes que vosotros y ni siquiera pegarían fuego a vuestra falsa felicidad, falso orden, falsa complacencia o falsa seguridad.
¿Habéis dinamitado con vuestra codicia el futuro de vuestros hijos y ahora les pedís que sigan haciendo lo mismo que lo que, incluso, hicieron vuestros padres? ¿Os sentís con razones suficientes como para exigirles que sigan destruyendo su propio mundo cuando habéis hecho lo mismo vosotros sin rechistar? ¿No sería mejor quedarse en la cama, o tumbados, o mejor ocupar las plazas y no moverse? ¿No sería mejor ser un inofensivo Oblómov harto ya de su gran perspectiva que, sonriendo con una amargura enorme y monolítica, comprueba cómo toda la gran Rusia se va por el desagüe?
Por eso hay que leer a Oblómov, por rebeldía, para decirles a todos esos que juzgan semienterrados en la mierda o agarrados a su juguete errático, sin sentido y sin corazón, "yo no quiero ser como tú, no quiero montarme en tu noria, en tu negocio, soy único y quiero cambiarlo todo, ahora".

“No excursión: chaise longue. No conversación, silencio. No lectura, letargo. En lo posible, ¡ni un movimiento, ni un pensamiento!”. Exacto. Ni un movimiento. No hacer nada. No colaborar. Que se estrellen ellos. Vivir mentalmente con naturaleza hamletiana, en la atmósfera de estos días de transición incierta y de indeterminación fluctuante. Y dejar que sea lo impetuoso, con sus finanzas de lenguaje criminal, lo más parecido a ese río vulgar de la vida que pasa a nuestro lado; una vida que por suerte a veces fluye ajena a nosotros, en el más puro espacio hueco e impreciso.

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