viernes, octubre 05, 2012

Anestesia





Hay un punto de tristeza en su mirada.
Llega borracha a los altos hoteles de la costa,
se tambalea en un ascensor de cristal
desde donde cree ver y volar sobre
una ciudad embadurnada de grasa
(un instante, recuerdo, un fogonazo frío).
Sus anestesiados ojos, el cuerpo de goma.
En un par de horas no recuerda qué, quién.
Es fácil ahora gritar, el dolor por el dolor se ha ido
-aunque no lo parece- por un desagüe inapreciable.
Mañana será un ladrillo húmedo y quebrado su cabeza.
Un tipo rosado en su cama.
Mañana… no sé. No recuerdas nada.
Ese vómito fui yo, fue el silencio ejecutado de anoche.

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