martes, diciembre 24, 2013

Claro de bosque


                                                                                        [Cuenca, 10 de agosto]
Esa mirada perdida fija
muertos los ojos..., ¿en qué bosque impenetrable habrá
entrado?

Cuál será y si lo hubiera, el claro,
allá, el claro, la caída
hacia el abismo, el encuentro
total rodeado, fuera ya
de lo oscuro, exento de caminos
donde todos los caminos se reúnan
en un ágora vegetal
tras lo impenetrable.
Llegada ya la noche y el reflejo celeste de la luna
vuelve a ser de nuevo una cárcel:
la vuelta hacia el No que vibra
por donde se escapa el sentido del día
a través de aquellos alfileres de luz-puntos, el sentido de todo.
Nuestra inabordable pequeñez, el horror
a convertirnos en el genuino todo del que procedemos.

Pero aún está ahí: la luz.
La luz a la cual nos asimos,
¿el refinamiento más puro, más inasible de nuestros pensamientos?
¿la materia inconsútil que es capaz de fabricar nuestros sueños?

Se percibe que hay un finísimo cristal, la frontera más líquida posible que rodea el ahí.
Una película, una piel más fiel y aún más delicada que el ser fragilísimo de un vilano.
(Que son, y por extraño que parezca, el peso y el trayecto exacto para atravesar dicha piel: entre la realidad y el pensamiento)

No hay comentarios: