miércoles, agosto 19, 2015

La sentada

Un hombre y una mujer sentados con un cartón apoyado en sus piernas en el que han escrito: "Deshauciados - Sin trabajo". Ambos deben rondar aproximadamente los 40 años.
Un muchacho se les acerca con cierta delicadeza y les dice, aunque difícilmente se le oye, que siendo dos es difícil que alguien les eche una moneda.
La mujer le mira fijamente porque apenas le ha entendido. Es el hombre quien le pregunta al muchacho qué es lo que les ha dicho. El muchacho decide acercarse más pero le parece incómodo o ridículo y decide sentarse junto al hombre. Se sienta entonces, vuelve su cara hacia él y rehace sus palabras. Es en ese momento cuando una muchacha con un enorme bolso rojo y con pinta un tanto desastrada saluda a la mujer y se sienta junto a ella. Se sonríen, ofreciéndose mutua confianza. Curiosamente algunas personas que han visto la secuencia, se detienen y observan a los cuatro. Un hombre mayor, de aspecto sencillo pero cuidado, decide sentarse junto al muchacho y así que lo hacen unos cuantos más al leer el cartón y contemplar la escena. Lo cierto es que al cabo de media hora se ha unido un nutrido grupo de personas de muy diferente condición y parece que todos hablan con todos.
La policía llega y pregunta qué es lo que ocurre ahí, pero nadie se lanza a responder pues o bien no saben por qué han decidido detenerse salvo por algún pequeño detalle irrrelevante, o bien porque sienten cierta curiosidad o bien porque un impulso les ha retenido. Todo parecen conjeturas. Algunos deciden regresar a su paseo o a sus quehaceres, pero son más los que se quedan. Ante esta nueva situación, muchos de los que pasan se detienen, miran y deciden unirse a la sentada. La policía no puede ni por ahora quiere evitarlo, simplemente la sorprenden. Pregunta incluso si hay algún cabecilla de la protesta pero sólo se miran unos a otros con sorpresa. Hay ciertas risas nerviosas pero se acallan pronto. Los que se marchan son sustituidos por otros cuantos y así se llega a colapsar la acera por completo. A través de las redes sociales se transmite un escueto mensaje: "Sentada en Atocha. ¡Acude!". No hay motivos, no hay nadie convocante, pero el que llega se extraña, curiosea un poco y decide quedarse charlando con la gente o simplemente observa, pero al final se sienta en el suelo.
Llega la tarde y la plaza está ocupada. Con un megáfono la policía advierte que han de marcharse o procederán a disolver la protesta. La gente, extrañada, se exaspera... "¿¡pero qué protesta...!? -dicen mientras se miran entre ellos. La gente ha decidido esperar allí, y allí se queda. Poco a poco el tráfico rodado se detiene y se desvía por calle adyacentes. No hay apenas molestias para los conductores. La policía ha creado un cordón de seguridad para evitar que más personas se unan a la sentada. Pasa el tiempo, y ya son miles.
El cielo va cerrándose lentamente. Los pájaros no han dejado de cantar. Llega la noche a la plaza. El ministerio de Interior ha realizado una búsqueda exhautiva en las redes para conocer quién ha sido el culpable de la sentada. No han encontrado a nadie, aparte de a los que siempre se les quiere cargar el muerto.
Se decide intervenir y se desaloja finalmente la plaza. Primero, uno a uno se les va levantando; luego, al ver que la gente decide permanecer allí pese a los avisos y las multas correspondientes por desobediencia, se decide actuar con contundencia. Sacan las porras, los escudos, las protecciones, las bocachas y comienzan las carreras. Al cabo de una hora, aparición de los bomberos incluida, todo vuelve al orden pero lo que no saben es que las redes sociales, como respuesta la violencia que se ha desatado, hacen un llamamiento pacífico pero exigiendo la mayor de las conciencias sociales hasta ahora: "Huelga de consumo indefinida".
Al cabo de tres días el Gobierno anuncia la convocatoria de elecciones y su dimisón en pleno.


(FINAL. Estoy sentado en una encrucijada de caminos en el Retiro. Un perro pequeñajo y pelanas de color blanco al que llaman Mateo se ha acercado a mí y se me ha quedado fijamente mirando mientras escribía parte del relato. Se ha puesto a ladrar y la dueña ha pensado que es por algún ruido que ha surgido al otro lado, algún ratoncillo, algún pájaro, un gato salvaje... El perro, al llamado de su ama, deja de ladrar pero recula y mientras recula refunfuña. Al final se da la vuelta pero intrigado vuelve varias veces la cabeza.)

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