miércoles, agosto 05, 2015

Lech Walesa y el sueño de Wittgenstein

Lech Walesa descansa en un banco observamdo el fluir de los que van y vienen ociosos de regreso del parque de camino al centro del gran monumento, pero no mira sobre sus dos grandes bigotes (enormes dobles blancos bigotes) a los chicos que se besan piernabrazados dejándose también fluir ociosos pero sin conciencia de lo que transcurre en su alrededor. La realidad se encuentra muy lejos de ellos y ellos como-no-puede-ser-de-otra-manera sólo están a lo suyo (como tú y como yo, ¿recuerdas? 1987 frente a los autobuses eskái-rojo línea 39, línea 33 y línea 25. Los árboles por solo aquel entonces ocupaban [¡y los bancos, y la arena, no te olvides!] la plaza de Ópera, frente a la entrada del Palacio Real y el humo-diésel de los autobuses y el rugir estruendoso de sus motores, el calor y el asfalto, cuarteado por el calor, de un ancho deforme y variado... nosotros nos ocupábamos del aire, y la luz temblaba, pudiera ser lo más bello de aquella tarde de agosto, y de vez en cuando y de casi nada, de aquí para alla hablando como si me quedara la terrible desilusión de darme cuenta de que estaba como siempre salvo por). 

Lech Walesa, por ejemplo, esta noche, ha leído un texto de un escritor que contaba su sueño, el sueño del filósofo ya fallecido que narraba el sueño que había tenido aquella misma noche, en 1934. LW ha pensado que si son más reales los sueños de personas que están vivas que los sueños de los que ya no están en este mundo y que sólo han podido llegar a ser descritos en un papel. Una sensación muy extraña le ha recorrido el espinazo mientras señalaba, mientras leía el sueño de aquel que desapareció hace más de 60 años. Su sueño era "su sueño", exclusivamente su sueño y por ello, sólo por ello, resulta como si nos presentara un jeroglífico absoluto a los vivos.

LW ha sentido una extraña desazón después de haber escrito esto, un sentido íntimo que  no logra describir con palabras. LW ha sentido como si encontrara verbalizando el camino que se sigue a la locura, es decir, reflexionando sobre una percepción íntima de un ser humano que describe su sueño y que desapareció hace más de 60 años.

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