miércoles, agosto 12, 2015

Retiro madrileño


"Del deporte se puede salir", reza su camiseta. Todo el mundo a la entrada del parque parece enloquecer vestidos con ropa de la más deportiva, brillante y chillona. Colores manzana ácida, fresa chispeante, naranja multicolor, negronegro, apretadas, peludos, pechugonas, paquetazos, rapados, luminiscentes. 
Todo el mundo ha decidido correr arriba y abajo... deslizarse cada vez más deprisa. 
"¡Vas demasiado lento, amigo!". Se han extinguido en esta parte y ya en casi todas los paseantes. 
Allá, más arriba, están los perros y sus dueños pegando voces a los animales que te persiguen y asaltan para lamerte, hacerte fiestas o lanzarte un colmillito al cuádriceps... no tengo ni puñetera idea de cómo reaccionar, lo juro. 
¡Ah!, las parejas, jóvenes que aún no han llegado a la cuarentena para independizarse y que, aunque se rebelen contra la gerontocracia criminal y monetarista siempre les queda el consuelo de "háztelo tú mismo" al albur de un centenario árbol mucho más sabio pues tampoco el mantiene recato alguno en ofrecernos sus formas más concupiscentes como si hubiese entendido que el sentido es amar y ser amado y nutrirse del agua clara o del pis de un deportista que se ha hidratado demasiado y ahora expulsa fuera de sí materia orgánica, mineralizada en exceso sin un ápice de bilirrubina. Mientras, junto a otro árbol un poco más centenario y aún más humilde que el anterior, un perro con un baile divertido olisquea antes de vaciar su vejiga en aquél que agradece los nutrientes.
"A mí, qué quieres que te diga, me hace mucha gracia cómo camina el mirlo".

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