miércoles, julio 20, 2016

Camilo, un vago más (Diario IX)

Al cabo de 5 años de trabajar para la misma empresa, se percataron todos de que se habían encontrado codo con codo con un vago.
Así es, Camilo es un vago aunque lo estuvo disimulando muy bien hasta el mismo momento en el que le descubrimos. "Sin duda alguna ha sido un verdadero artista de la simulación" --cualquier jefe o jefa de recursos humanos que se precie, cualquier compañero que no le hubiera perdido ojo durante estos años, cualquiera que le viera en su lugar de trabajo, incluso cualquiera que recordara haber leído a Kafka o a un personaje llamado Bartleby, hubiera corroborado estas últimas palabras.
Una de las confesiones a un amigo y compañero que trabajaba con él, grabada en el mismo sitio en el que fue su lugar de trabajo, explica: "Lo cierto es que no nos dimos cuenta de ello hasta el final (...). Fue un par de días antes de su cumpleaños. Incluso, le teníamos preparada una fiesta sorpresa (...). Resultó que en el último mes apareció su verdadero yo, se quitó la máscara y fue en ese momento cuando las dudas comenzaron a aparecer hasta llegar a lo más alto de la pirámide de la empresa (...). El jefe de personal no se lo podía creer, se mesaba los cabellos, el rostro que surgió tras sus manos era el mismo que el de un hombre acabado, un hombre desesperado, un hombre confundido, dolido en su más íntimo (...). Nadie se lo podía creer, todo el mundo... ¡hasta las mujeres de la limpieza!, ¡pero si era un chico simpático, muy agradable!, me dijeron. Nos quedamos todos muy confundidos".
Lo que puede llegar a engañar un ser humano puede llegar a ser incognoscible. A pesar de que hacía horas extras no retribuidas, era un vago. Engañó y embaucó a la perfección... ¡y no sólo por esto! Antes de las vacaciones de verano -un par de semanas porque era freelance- echaba muchas más horas pues sabía que debía terminar, que debía empeñar todas sus fuerzas para culminar con éxito la tarea.
En fin, Camilo es un vago integral, un zascandil, este errático ser al que le ofrecieron un lugar de trabajo, una ocupación acorde con sus estudios, con su vida, con la construcción de su felicidad y su familia, y que al cabo de tantos años de cumplir con sus deberes, con su cometido, con su labor, se percatan de que es un vago de remate. Y esto, sin duda alguna, es un perjuicio para la empresa que ha confiado al 105% en una persona, en una aparente gran persona, sí, como Camilo. Ha traicionado, se ha reído, ha despreciado las esperanzas puestas en él. Otro varapalo más no para la empresa que, vuelvo a decir, confió en él como una persona dedicada en cuerpo y alma a su labor como autónomo, como trabajador libre, sin ataduras, sino para todos aquellos empresarios que día a día confían en miles de personas a pesar de no conocer para nada sus vidas, a no ser por un par de rídiculos papeles que se denominan currículum vitae.
En fin, el misterio ha sido desvelado y, con él, Camilo, ese gran desconocido.

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