viernes, julio 01, 2016

Diario VIII



Te han despedido de todos los lugares. Te encuentras solo y cansado. Mucho más viejo que viejo. Te han despedido de todos los lugares. ¿De todos? No, de todos, no… de todos menos uno. De ti mismo, no. Nunca. Sólo cuando llegue el final.
A partir de los 45 ya no se puede ser protagonista de nada a no ser que tengas cierto poder para desestabilizar la vida de otros. Empiezan a sugerirte cosas que no sabías que existieran, o a operarte, a meterte una aguja de coser, hilo, o a olerte, y a probar tu peso, tu color, tu sangre. Se quedan con tu sangre para realizar otro ser como tú que no valdrá nada, para llenarte de miedo y de clones a los que encontrarás en la calle y que reconocerás como tus amigos pero con 20 años menos, “qué casualidad” piensas, y sigues caminando, pero no es ninguna casualidad, está todo planificado, porque están clonando a ciertos individuos. Lo que ocurre es que me faltan datos suficientes para saber el porqué de todo ello. Me faltan datos a mí, esta voz que te está hablando y que nunca conseguirán clonar jamás, pues, creo, solo creo, que al clonar a un individuo esta voz, es decir, este-que-te-está-hablando-constantemente-y-que-no-desaparece no lo pueden clonar. La voz de Pepito Grillo, si quieres llamarla así, tío listo. Y vuelves a la carga y supones que existe algún interés en clonar aquella amiga… “¿será su hija?, ¡joder!, ¡pero si es clavada a ella!”. Haces un gesto de incredulidad pero luego te quedas pensativo (no pienses tanto) y te das cuenta que te estás haciendo viejo y que te encuentras solo y cansado, que los amigos de ayer ya no los ves pero eso que te ahorras, no tendríamos nada que decirnos, nos vamos diluyendo, lentamente, y todo eso supone algo, no supone nada. Te digo que no significa nada. Estableces sincronicidades al tuntún, todo lo relacionas en una maraña inescrutable, dicen que es una enfermedad del estudiante de literatura, que es el estudiante de ciencias en cada una de sus materias pero tienes que despejar las incógnitas que son excrecencias (¡qué bonita palabra!), pedacitos de papel, confeti de colores que se ha pegado a tu cuerpo sudado y desnudo después de una noche de insomnio o una pequeña, débil urticaria producida por el sudor constante, la noche cálida muy cálida que no deja de encenderse y apagarse pues por tu mente transcurre más energía que en una torre de alta tensión por las noches; mientras duermes, sudas y generas pensamientos como por ejemplo éste en el que te despiden de todos los lugares, te ves raro en cada uno de los sitios a los que vas, tu cuerpo casi deformado y tu mente no es la pila de piedra, el hueco sencillo de donde brota un manantial, en aquel parque, en mitad de la ciudad, lugar al que recurres y que has olvidado, la suave brisa, la humedad, donde te cruzas con cientos de jóvenes que van a clase y juegas a descubrir entre sus rostros, el tiempo que habitaste hace más de 20 años y te das cuenta de que llega el cuadro de Alberto Durero, La melancolía, a tu cabeza porque es duro seguir haciendo casi lo mismo hoy mismamente, que transcurra el tiempo alrededor de ti y no involucrarte para que esta sensación se disipe algún día o tal vez todos, no, todos no, no todos creamos que haya reduplicaciones, que la naturaleza no sea tan original como aparenta, porque parece que es todo apariencia, que la naturaleza no sea tan única y que crea seres únicos, marca de la casa, oportunidad inigualable, y los hijos sean el vivo retrato de los padres y las madres, y que estos se empeñen en fundirse en ellos, en pretender entenderlos porque fueron ellos, pero la voz que ellos tienen en sus cabezas no es la misma, esa voz no se reduplica y sean entonces los mismos con distintos fallos, la voz interior del nuevo individuo, todo lo más podemos acercarnos a ellos y preguntarles si son o no son, si tienen o no tienen relación con tal y cual, y nos mirarán raro y por eso te digo que te van despidiendo de todos los lugares, ¡olvídate de ser protagonista de algo! Tal vez mejor dentro de otros 20 años cuando seas un viejo con un chisporroteo mental agradable para las generaciones venideras, un señor con una conversación, miles de lecturas, miles, millones de palabras ancladas en tu cerebro, conversaciones con uno mismo como confeti luego de una noche de insomnio, y tengas pegados papeles de colores pegados a tu cuerpo, y parezcas una gallina sudada y con la piel desteñida y colgandera pero con alegría de vida, con la experiencia suficiente como para ofrecer cierto consuelo con tu sola presencia, con ganas de relativizarlo todo y permitir que la otra persona descargue su cabeza en la que su voz se ha vuelto paternalista, temerosa, inflexible, puñetera, contradictoria, un incendio constante y continuo.
Con tu sola presencia, la mirada. Volverás a recordar aquel manantial fresco, cristalino, transparente y no hará falta ni siquiera de que te sientas viejo, ni acabado, ni protagonista.

2 comentarios:

Ana dijo...

Hola viejito. Cuánto tiempo sin aparecer por aquí. Parecen siglos y, de repente, se abren tus palabras en la pantalla. Bueno, que aún quedan guerras que dar y recibir. Te lo dice una también desesperada por el calor.
Muchos besos.
Ana

alf ölson dijo...

Ya te digo si quedan guerras, batallas y enfrentamientos. Las propias y las ajenas. En fin. Besos, Ana.