miércoles, octubre 19, 2016

Encuentro con el poeta (2)

En lo alto de aquella cuesta que antaño crucé de un lado a otro me encuentro con un grupo de personas a las que no conozco pero sé que pertencen a la alta sociedad, a la exclusiva fracción de los privilegiados. Recuerdo haberme pegado a una de las pequeñas pasarelas que recorren las ruinas de la denominada Muralla Árabe. Junto a mi bicicleta, contemplaba cómo se detenían los autos de aquellos que se reunían disciplinadamente en un círculo. Me sorprendí a mí mismo por mi urgente curiosidad, por un deseo irreprimible a pesar de mi timidez que raya en ocasiones en lo absurdo de no dejar escapar ese momento tan inusual, tan anómalo.
Unos se abrazan, otros se miran y hablan entre ellos, otros permanecen con la mirada en el suelo o ensimismados, algunos rompen el círculo y parece que se alejan del grupo. Frente a mí y a poca distancia, aparece una mujer que comienza a registrar el maletero de su BMW X3. Extrae de allí un enorme bolso verde oliva con un cierre del mismo material de gran diámetro y unas ropas sobre sus dos brazos, como si de una ofrenda se tratase, y los extiende completamente hacia la otra mujer que se encuentra muy seria ante ella. Ella, con una gran tristeza, recibe los objetos. A su alrededor, el gesto de los demás también es de absoluto pesar, y el de la primera mujer, la oferente, de contrición, pero también de liberación. Permanezco en completo silencio observando los movimientos de cada uno, casi escucho sus respiraciones, acierto con el ir y venir de sus miradas. Me resulta todo muy extraño pero perfectamente estudiado en su ejecución. Todos vuelven a meterse lentamente en sus coches y se marchan. La mujer que ha entregado aquellas ropas se gira hacia mí, se acerca, se agacha, me agarra de la nariz y con una sonrisa me dice unas cosas que no comprendo.Comienza a caminar hasta que se gira de nuevo para mirarme con una gran sonrisa, despidiéndose.

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