lunes, octubre 24, 2016

Para ser exactos

Una ligerísima pluma de paloma ha estado a punto de rajarme la garganta. Ha planeado, mientras daba la espalda a la diosa Cibeles, el cálamo como navaja de barbero, a escasos milímetros de mi nuez.
Un vuelo limpio llevado por un no sé qué de corriente asesina pues fue el aire, la pluma o la paloma culpables de hacer descender livianamente aquel filo grácil casi fantasmal, inidentificable,
y que ha estado en un tris de acabar con el paseo y con mi vida.

Nadie se hubiera percatado de ello. Los asesinos o asesinas hubieran quedado para siempre impunes. Los diarios ni por asomo mencionarían tal suceso. Ni unas líneas. "Un hombre es hallado muerto en pleno centro de Madrid con un corte liviano pero feroz en la garganta. Se desconocen por ahora más detalles". A plena luz del día, sin testigos. Un tajo certero producido por arma desconocida. Una pluma de ave. Mi sangre regó el pergamino limpio por estas últimas lluvias de Madrid. A las 2 menos cuarto de la tarde, para ser exactos.


(Mientras escribo lo anterior, una gota cae certera en la flecha que dibujo y que lleva a un comentario. Una hoja enorme de plátano cae desplomada a mis pies. El agua cae como agujas sobre mi cabeza. Termino mi reflexión sobre la voluntad impune y homicida de la naturaleza.)

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