martes, julio 18, 2017

"Y"

-Bueno, ¿y?
-Y, ¡o Nada!

Quién se divierte.
El muñeco con un anillo de opalina en el dedo.
La mujer de puntillas y un beso rojo en mitad del Metro,
carmín de hojarasca.
Pasillo interventricular, un corazón atosigado
por el calor. Arritmia, feldespato y mica.
La impropiedad de la naturaleza.
Rimbombante, en Nantes y después, rimbombante.
Cuchillos de velcro para heridas restañadas.
Dejad avanzar, esa izquierda secuaz se moviliza,
y acaba en el viejo pantano:
cieno y alimañas.
Un poema sobre la muerte surge en un libro de segunda mano
de bruces en un tanatorio y nos arropa,
inconsolables, la magia que arrecia como el
calor ahí fuera.
El chico manda. Parece demasiado, pero reina.
Su gorra y sus tatuajes
tienen la televisión a raya.
Mejor la radio
que no es tan invasiva que lo fue, sí lo fue,
mejor que el móvil, que lo fue, sí lo fue,
mejor que el smartphone que lo es, sí lo es.
Y el poeta-harto ya escribe al fondo
parapetado tras el expositor de tortillas
un poema fijando su mirada
y su cabeza sin futuro
-nunca lo ha necesitado-
en el banco que es un intercambio de cromos
de personas de verdad,
y no esa aburrida sucesión de jugadores 1982: la madre septuagenaria
atrapa unas hierbas
mientras su hija de cola de caballo
la precede en sus movimientos.
Final de película. Actrices principales: ella y Madre.
Actores secundarios: un señor, el carro de la compra,
un árbol de fondo, el banco y
luz exacta a la de 16 de agosto de 1721,

Todo es una película muda desde aquí.
Todo es una película muda desde aquí.
El poema sonoro para esta necesitud
aún no se ha inventado.

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