miércoles, noviembre 28, 2018

Un hombre ridículo

El otro día en el El País leí un artículo muy interesante referido a la publicación de las cartas de Kafka. Se dice que es una publicación definitiva aunque la editorial estuvo investigando para recuperar aquellas que se consideran perdidas y, concretamente, aquellas de las que se apropió la Gestapo durante la II GM.
Comienza así el artículo: “Ya ves, soy un hombre ridículo; si me quieres un poco, será por compasión; mi aportación es el miedo”. De esta manera tan contundente empieza una de las cartas dirigida a Hedwig Weiler, que como el mismo artículo dice, fue un romance durante el verano de 1907. 
Y continúa de esta manera, más adelante: "Es bueno que la conciencia reciba amplias heridas, puesto que así se vuelve más sensible a cada mordedura. A mi juicio, solo deberíamos leer libros que nos muerden y nos pican. Si el libro que estamos leyendo no nos despierta de un puñetazo en la crisma, ¿para qué lo leemos? ¿Para que nos haga felices, como tú escribes? Dios mío, también podríamos ser felices sin tener libros y, dado el caso, hasta podríamos escribir nosotros mismos los libros que nos hicieran felices. Sin embargo, necesitamos libros que surtan sobre nosotros el efecto de una desgracia muy dolorosa, como la muerte de alguien al que queríamos más que a nosotros, como un destierro en bosques alejados de todo ser humano, como un suicidio; un libro ha de ser un hacha para clavarla en el mar congelado que hay dentro de nosotros. Eso creo yo”.

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