Nietzsche sale a comprar el pan. De camino a casa se encuentra con Lope, un viejo amigo. Los dos marchan a tomarse unos botellines pues sus gustos han cambiado en el siglo XXI, lo cual es muy natural porque somos todos muy posmodernos, y tal y cual. Vamos, lo que se dice unos auténticos hijosdeputa resabiados que no tienen miedo a nada.
¿Y tú qué pan compras? --le pregunta a N. su querido amigo Lope.
Este que venden en la panadería de la esquina con la glorieta --responde N.
"Amos", no me jodas --le interpela Lope-- pero eso ¿no es una franquicia? Además, la harina no debe ser muy buena... seguro que lo amasan en otro sitio, lo congelan, lo hornean y te lo venden como recién hecho --argumenta Lope.
Pues si, y luego me lo meto yo por el culo y así encuentro cierta inspiración. Ya sabes que el pan de centeno puede tener propiedades psicotrópicas. No se si conoces lo que decían de santa Teresa de Jesús --responde con entusiasmo N.
Y así que comenzaron una fructífera y provechosa conversación, muy al modo y al agrado de toda esa purria de críticos e intelectuales, y de la que no tenemos noticia porque este que escribe se fue de la vera de estos una vez hubo consumido su botellín de Alhambra.
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