domingo, diciembre 08, 2019

Reflexiones al borde un acantilado sin mar al frente

No sé, no recuerdo bien, tampoco me voy a levantar de la silla para comprobarlo, si Debord dijo en La sociedad del espectáculo (¿es así el título?) que el espectáculo puede llegar hasta un final donde se batan los tambores del horror (así ha ocurrido en lugares y tiempos anteriores; así ocurre).
(Es evidente que se propone plantear la situación, no imaginar en lo que puede llegar a deparar).
(La violación o el abuso sexual de un tipo en el programa GH, aprovechándose de una concursante que estaba bebida, en una miserable cadena de TV, otro elemento más de experimentación. Creo que ningún otro país hubiera pasado por esto con tanta miserabilidad y tanta hipocresía. Es un laboratorio (¿otro más?) de aberraciones y perversidades, aunque háblame de aquellos países que están en guerra sin guerra, en el mismo vórtice del caos, como enormes sumideros donde la vida no vale absolutamente nada, donde la dignidad no vale absolutamente nada. Aquí la pueden comprar con dinero, con aquello que les puede llegar a sobrar (porque lo tienen a espuertas, y les da igual, aunque luego son muy mirados, muy racanetes). Solo en EE.UU. se ha demostrado el arañazo leve, superficial, de la justicia en ciertos momentos con determinados tipejos.



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Me parece tan maravilloso el hecho de que un objeto del que no podemos abarcar ni su millonésima parte en nuestras cabezas de pensamiento racional reviente en luz y en energía y desaparezca.
(Hay que construir otra manera de pensar, hay que habilitar, hay que abrir una nueva puerta a la manera de procesar intelectualmente la información El solo hecho de pensarlo me parece pavor y alegría pues aunque fuera un engaño este de nuestros sentidos, ya de por sí es maravilloso. Maravilloso como el ritmo. "Ritmo, ritmo" que decía aquel joven, en aquella película de la que no recuerdo nombre, con un abrigo trescuartos en una tarde lluviosa de playa junto a sus dos amigos.



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Los dioses libaban ambrosía para sentirse libres, pero para ello debían encontrarse en un estado de tranquilidad, un paréntesis ofrecido por dioses más dioses que ellos. A los dioses les dominaba su cabeza. No me creo que los dioses pudieran ser libres. Todas las religiones hablan de dioses que al final son hombres. No hay un verdadero dios, todos son representaciones de los hombres y sus luchas. Todos están articulados por el lenguaje. Encontradme a un dios que sea verdaderamente un dios.


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