pensamos demasiado,
¿pero aún no construimos el signo que salva?
seguimos decididos en la guerra
y entre la tiniebla y la muerte nos movemos,
nos empeñamos en la traducción, pero no en la danza
como bailan los astros sobre nuestras cabezas.
El enigma se yergue inabordable
como un rastro de siglos,
y ni siquiera la tierra es capaz de mancharnos
las manos, la sangre.
Acompañamos incluso a los animales en nuestra derrota.
Sigue siendo el festín de la carne.
Confundimos el paraíso con el placer
y lo embutimos de derrota.
La celebración sagrada es un ruido momentáneo
que ya no muestra su labor,
ahogada en la retorcida rutina.
Hemos vendido el ritmo al usurero,
y la máscara se pudre en el alcanfor.
Dormís... no despertaréis, para vosotros
estaba el brío de la vida.
Para vosotros.
II
Contemplo la piedra como si fuera mi hermana.
Observo a la luz como a mi madre.
Agito el hueco del silencio en mis palabras.
Pregunto a este presente que se me ofrece
si no fue vestido con las ropas del pasado,
pues su cuerpo envejece y se cubre
de las baratijas acostumbradas del reloj
y de su respiración de horas, minutos y segundos.
Lo fecundo sería deshacerse de todo ello y vibrar de nuevo,
pero de verdad, vibrar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario